jueves, 5 de noviembre de 2009

A qué se reduce la sabiduría de un hombre muerto

Es otoño y caen las hojas, es un fenómeno anual, invariable. Lo comprobamos estos días, algunos con sorprendente sorpresa otros con naturalidad y unos cuantos llenando los capazos del yo.


Francisco Ayala.
Por entonces, lo veía a menudo, y a él le gustaba contarme y que le contara chismes de mi maestro Rafael Alberti, con quien compartía una larga enemistad. Después, me presentó alguna de mis novelas, se tomó siempre la molestia de leerlas y comentarme su opinión. (Benjamín Prado).
Víctor García de la Concha lloró ayer cuando narró en Radio Nacional cómo le había contado Fátima, la mujer que trabajó en casa de Francisco Ayala durante los últimos años, el momento en que el escritor le anunció que ya iba a morir. "Voy a morir". Cuándo, le preguntó Fátima. "Ya". (Juan Cruz).

Me hicieron falta muchas horas de amistad con Francisco Ayala para que la confianza de una conversación casi diaria dejase en segundo plano la emoción histórica de su figura. (Luis García Montero).
También, hay quien, dejando el capazo, se pone estupendo,
En la novela persigue la representación de un mundo en descomposición, y la lleva a cabo, técnicamente, desde una constitutiva deconstrucción del metarrelato omnicomprensivo de los modelos narrativos del XIX (Francisco José Martín).

Claude Levi-Strauss.
El anuncio del fallecimiento de Lévi-Strauss conmociona a Francia (Antonio Jiménez Barca).
Vivía en un tercer piso, pero esperó a que Teresa Sala y yo saliéramos por la puerta de la calle para saludarnos desde su ventana. (Xavier Rubert de Ventós).
Al final, son los personajes reverenciados los que antes de convertirse en hojas de otoño, dicen la única verdad:
Era una persona insignificante, y lo sigo siendo, mínimo. (José Luis López Vázquez).

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