domingo, 22 de noviembre de 2009

Buscando a Eric


Ken Loach y su guionista Pual Laverty tienen una cosa buena y una mala. La parte buena es que saben escoger temas atractivos, candentes, veraces. Hurgan en la realidad social y presentan casos que tocan de lleno la fibra del espectador porque o está éste en en una situación parecida o conoce a alguien o simplemente sabe que esa realidad existe y le gustaría que se solucionase. La parte mala de los dos cineastas es que tienen una fe ciega en la solidadridad y en la bondad humana en general, en que los pobres, los humillados y los que padecen violencia o injusticia al final siempre ganan si son capaces de hacer piña entre ellos. Esa deformación ideológica siempre termina por lastrar sus bienintencionadas películas.

En este caso, Buscando a Eric, se trata de un hombre que es una ruina física y moral. Abandonó a su primera mujer cuando ella acababa de tener un hijo, con veintiún años. Se casó más tarde y la segunda mujer lo abandonó a él, dejándole dos hijos que atender. Es incapaz de asumir el rol de padre de dos adolescentes. La casa la tiene patas arriba y uno de los dos hijastros se mete en líos con un peligroso mafioso. Una situación así lo lógico es que lleve al desastre. Sin embargo, el prota tiene una conciencia que le sugiere posibilidades, caminos, para salir del impasse. La voz de la conciencia adopta la forma de Eric Cantona, el polémico jugador del Manchester, del que tiene un gran poster en la habitación y que se le aparece de vez en cuando haciéndole de consejero.

Lo inverosímil de la peli no viene de esas apariciones del jugador francés afincado en Inglaterra, sino de cómo surge el problema y aparece la solución. El climax llega cuando un hijo adolescente esconde una pistola en casa por orden de un mafioso. El padre se enfrenta al mafioso, pero esté le amenaza hasta el límite de su resistencia. Llega la policía, pone la casa patas arriba y se lleva a la comisaría a toda la familia. La solución, sugerida por Cantona, consiste en reurir a todos los amigos del prota -ya se sabe, amigos unidos jamás serán vencidos- y dar una lección al mafioso que solucione definitivamente el problema.
La peli es simpática, es fácil identificarse con las víctimas y apoyarlas desde la butaca del cine. Eso es muy fácil, pero la vida real es mucho más ingrata y no ofrece soluciones tan fáciles y tan emotivas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

es solo película y evidente la fantasía de una solución así...

Toni Santillán dijo...

Ken Loach es un director de cine comprometido, piensa que puede cambiar el mundo con sus películas.