martes, 16 de junio de 2009

Un hombre joven toma café en una terraza

Un hombre joven toma café en una terraza. La mañana es fresca, agradable, primaveral. Un grupo de hombres habla de fútbol, como todas las mañanas. Se acerca un comercial, traje de verano barato, chaqueta a rayas azules y blancas, gafas de patilla. Comienza la conversación. Negocios, empresas, proyectos, siglas, ESADE, IESE. El comercial -yo soy docente, es lo que hago- se interesa por la situación del hombre joven, su edad, su trabajo, su situación familiar, sus perspectivas laborales, ¿universidad, títulos?, ¿algún proyecto? Las preguntas son directas, demasiado inquisitivo, intimidante casi, para hablar en un lugar público. El hombre joven está en paro, antes era autónomo, no cobra el paro, no tiene ingresos, no tiene familia, tiene pareja, en la treintena, se ayudan mutuamente, en lo que pueden.

Al hombre joven apenas se le oye. Relleno las frases con las palabras que faltan; al comercial se le oye mejor, la voz neutra de quien hace su trabajo. Le habla de la necesaria especialización, le habla de empresa, de la bolsa de trabajo que la escuela ofrece a quien se inscribe, de los cursos, de marketing, de programas específicos, de formación por Internet, de los perfiles que las empresas precisan, de lo que la escuela ofrece, alumnos preparados, muy bien preparados. Atendiendo a tu situación, tenemos becas, te ofrecemos la subvención máxima del 50 %, el máximo que podemos ofrecer. Habla de precios. Ahora la voz del comercial se hace inaudible. No sé si han firmado algo, si hay apretón de manos. ¿Conoces a alguien a quien pueda interesarle, en tu entorno? Sí, la bolsa de trabajo está en la escuela, para los que se matriculan.

Se despiden. El hombre joven se va en una dirección, observando por el rabillo del ojo las otras mesas, con una cajetilla en la mano. El comercial anda unos pasos en otra dirección, se sienta en un banco de la plaza, consulta papeles, hace llamadas.

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