sábado, 18 de abril de 2009

La sombra del poder (State of Play)

Si alguien quiere pasar un buen rato, volver al cine de antaño, el de los setenta y ochenta, pantalla grande, sonido envolvente, un ramillete de actores de primera, si quiere dejarse llevar por la acción, atrapado en la butaca, que vea esta peli. Durante las más de dos horas que dura La sombra del poder estará alejado de los problemas reales absorbido por la ficción, que de eso ha vivido el cine de siempre, no todo ha de ser exposición de problemas, toma de conciencia y sufrimiento.

La película tiene las dosis exactas de realidad como para resultar creíble, un ejército privado, como esos que se han utilizado en Iraq, que parece sobrepasar los deberes que se le han asignado, congresistas con intenciones dudosas, periodistas que luchan por conseguir la verdad -interesante el debate que se ofrece entre el periodista sabueso del periódico de papel y el nuevo que sólo emite opiniones a través de su blog, sin moverse de su butaca-, amistades traicionadas, la disputa entre el interés personal y el profesional, entre la empresa que busca el beneficio inmediato y el profesional que quiere llegar hasta el final.

La trama está bien urdida, un hilo que va uniendo las piezas que parecían no encajar, con las justas sorpresas a que este tipo de filmes nos tienen acostumbrados. En cambio no es tan maniquea como para resultar risible, como venía sucediendo con los últimos thrillers y no lleva hasta el extremo la teoría de la conspiración, centrándose más en las relaciones personales. Los actores, tanto los protagonistas como los secundarios están magníficos. No se puede pedir más. Cine sin complicaciones, del bueno. Por ponerle alguna pega, el que no haya seguido por su prometedor comienzo, acción trepidante con cámara subjetiva, y se torne conformista, técnicamente, a medida que avanza el metraje.

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