lunes, 9 de febrero de 2009

El curioso caso de Benjamin Button

¿Ofrece algo que merezca la pena esta película?, ¿qué obtiene el espectador a cambio del desplazamiento y del dinero entregado en taquilla? Está bien hecha, sin duda, bien ambientada, bien rodada, bien montada, la planificación es exquisita -en los primeros minutos uno tiene la impresión de asistir a un acontecimiento memorable, a una obra maestra-, se nota la producción, los actores son conocidos, guapos, la idea es ingeniosa. ¿Con eso basta? Para mí no, aunque ya sé que para mucha gente sí, no hay más que mirar las calificaciones de los espectadores en las páginas más famosas.

Basada en un cuento de Scott Fitgerald. Un individuo nace viejo y secuencia a secuencia lo vemos rejuvenecer hasta convertirse en bebé. La idea es ingeniosa, pero el guión la estira y la estira hasta las casi tres horas de duración. Se repasan acontecimientos históricos, se reconstruyen ciudades de época, París, New York, Nueva Orleans, se mantiene un suspense fallido en torno al huracán Katrina.

Algunos críticos quieren ver más de lo que en la película hay. una temprana intuición de que toda infancia es, como la vejez, un estado de inquietante proximidad con la inexistencia, de que nada humano escapa a la condena del tiempo. dice uno de ellos. Un engaño para quien se fíe. En la peli no hay nada de eso.

Me vienen a la memoria dos películas con las que compararla, Las normas de la casa de la sidra y La casa de los espíritus. Como en la primera, hay una casa que centra la acción y muchos personajes alrededor que van y vienen, pero si en aquella -con la poderosa novela que había detrás- se veían las alegrías y los estragos que todo cambio conlleva, en la película de Fincher todo es plano y superficial, el crecimiento de los personajes o su muerte son meros sucesos. Con respecto a la segunda, se cultiva un realismo mágico que es puro ornamento, que no añade nada al conocimiento de nuestras vidas.

Todo el supuesto genio de David Fincher -me han aburrido todas sus películas- no sobrepasa la enorme caja de palomitas que consumen la mayoría de sus espectadores. Taquilla, esa es la palabra: taquilla que se consigue con los medios de producción y de publicidad, con los nombres de los actores, Brad Pitt, Cate Blanchett -sólo la gran Tilda Swuinton vale la pena- con el reclamo de la rareza que expone la peli, como hacían los antiguos circos con los enanos y sus montruos.

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