Els Nois d'Història es una comedia ligera que Josep Maria Pou se saca para la inauguración del remozado Goya de Barcelona. Es una obra simpática, resultona, ideal para que un gran actor como él se luzca, apareciendo casi en cada escena de la función, y dar la oportunidad a un puñado de jóvenes actores de darse a conocer. Así, un Nao Albert que borda el papel de Posner.
Sin embargo la obra promete mucho más de lo que da. Si el tema principal es la contraposición entre dos modos de enseñar -educar/enseñar, vida/exámenes- poco a poco uno secundario, el erotismo gay, se va imponiendo hasta dominar el desenlace. Y es el desarrollo inconcluso de ese primer tema lo que da agilidad, dinamismo, inteligencia a los diálogos y a las situaciones.
Un grupo de chicos que acaba la educación secundaria en una escuela inglesa ha de preparar su ingreso para Oxbridge. Seguirán las clases con un viejo profesor que prefiere la complicidad y el juego a la memoria y los codos y que a base de poemas, canciones, cine y lenguaje anfibológico les introduce en el mundo de los mayores, de la sensualidad, del placer, de la dulce inconsecuencia, es decir, de ese modelo de vida que a todos nos gustaría llevar, pero que a los que a él se entregan acaba haciéndolos infelices. Luego está el profesor novel, recién egresado de la universidad, contratado para que los alumnos aprueben con nota el examen de ingreso. Alan Bennett, el autor, con este personaje pretende burlarse de una época, el neoliberalismo de Margaret Tatcher: conviene saber, ser el más listo, saber las fechas, los datos, aunque eso no sea suficiente, porque hay que buscar la originalidad, deslumbrar. Para ello, si hace falta se adoptan puntos de vista llamativos, aunque sean controvertidos y lleven a conclusiones perversas. Por ejemplo, un punto de vista particular sobre el Holocausto. El momento más interesante de la función debería ser el encuentro de ambos profesores en la misma clase. Es algo decepcionante, sin embargo. Ni que decir tiene que aunque parezca que vaya a perder, ganará el viejo profesor, los alumnos entrarán en Oxbridge y el profesor novel se dejará embaucar por el encanto y la perversa inocencia de estos jóvenes que se comen el mundo, es decir saldrá del armario.
Como toda la obra está ambientada en un mundo masculino con atmósfera gay, esta temática irá imponiéndose, en la segunda parte, convirtiéndose en el elemento que domine el desarrollo de la trama, hasta el punto de resultar algo pesada y a ratos irritante, pero supongo que era el precio que el autor se mostraba dispuesto a pagar, cuando la estrenó en 2004, con tal de aparecer como hombre de su tiempo, antitatcheriano, antiblairista y progre.
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