El ejemplo de la elección de Obama es paradigmático.
Los periódicos españoles son cada vez menos útiles para hacerse cargo de la realidad.
Los extranjeros, en general, son más comedidos y se conforman con el socorrido día
histórico. Primero se apoderan del acontecimiento, muestran el suceso como si ellos lo hubiesen fabricado. Como en un acto de magia, ha sucedido lo que ellos
propiciaban. Durante días nos han hecho creer que éramos partícipes de un ritual colectivo, en el que ellos eran mediadores, para elegir al hombre del sueño. Suceso, la elección de presidente, en el que nada han tenido que ver los votos de la denostada América. Las portadas pretenden que los lectores confundamos la realidad con una ensoñación. Quizá nos toman por tontos, acaso sigan pensando que como en la época de los clérigos, seguimos siendo feligreses. La portada de El Periódico o el titular de El País son portentosos:
Obama culmina el sueño de cambio. Como si el cambio deseado aconteciese en este momento mágico del encumbramiento de Obama. Ya no hay crisis económica pues, han desaparecido todos los peligros que nos acechaban, ya no queda nada que temer. ¿Cómo nos prepararán estos periódicos convertidos en hojas parroquiales para la gran decepción? ¿Qué harán para que el sueño no se convierta en pesadilla?
Pero,
la crisis en la que estamos inmersos no dará tiempo a que el globo suba demasiado alto.
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Esta frase del día siguiente pasará a la historia del periodismo:
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