"nuestra verdadera identidad iberoamericana se llama imaginación literaria y política, social y artística, individual y colectiva. Creamos porque imaginamos. Imaginamos para crear".
Otro premiado hace un descubrimiento sorprendente: "Podía pronunciar 'casa' y me imaginaba la mía, pero si decía 'ca', no se me aparecía sólo la mitad". "Vivo en conflicto con las palabras. Para mí, son sonidos con textura, con olor, con sabor, son casi objetos. Algunas me penetran y me duelen, aquella relación ha sido fundamental para hacerme escritor".Estos escritores ungidos por el aliento divino -"El punto de vista en un escritor es indispensable, es ese espacio moral con el que miramos lo que nos concierne"- cuentan historias banales, insignificantes, pero quieren hacernos creer que detrás de sus palabras hay mundos sin cuento. Un ejemplo.
Cuando todo su tinglado haya caído -el negocio del libro y la charrameca de la lengua-, seguirán ahí con su cara de palo, adustos, incomprendidos, incapaces de ver su insignificancia.
Por ejemplo, Google entrena su motor de traducción francés-inglés surtiéndolo de documentos canadienses que han sido publicados de manera frecuente tanto en inglés como en francés. Los de Google no conocen la teoría del idioma, especialmente del francés, tampoco un traductor con inteligencia artificial. Y las traducciones son bastante buenas. No al nivel de experto, pero lo suficiente para entender lo esencial. Puedes coger una web china y al menos captar el sentido de lo que significa en inglés. Pero como Peter Norving, director de investigación de Google, presumía ante mí, «ni una sola persona que trabajara en el traductor de chino hablaba chino». No hay teoría de chino, ni comprensión. Sólo datos.»
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