miércoles, 15 de octubre de 2008

La genética es materia delicada

La manipulación de los genes está asociada a los insondables misterios con los que el mal nos acecha. Frankenstein. Atracción y repulsión. Los debates sobre células madre y sobre la posibilidad de seleccionar caracteres dentro de un mapa de posibilidades amainan a medida que la tecnología los hace obsoletos. Qué padre, pudiendo evitar a un hijo una grave enfermedad, no lo hará. Sin embargo, en las oquedades de la razón siempre quedan resistencias, trufadas de reflexiones bioéticas, en la versión religiosa, o de dilemas éticos en la versión socialdemócrata. La base de la argumentación gira, en la primera, en torno al clásico medios malos y fines buenos, contrafigura del hechos neutros, causas que todo lo explican, de la versión alternativa .

¿Es ético concebir un hijo para salvar la vida de un hermano?, se pregunta la bioética religiosa. En negrita, nos advierte , todas las personas implicadas [en el suceso que ha saltado al periódico] merecen un absoluto respeto y comprensión. Se ve desde que autoridad nos llega tal admonición y perdón. El cura descarga un chorretón de aceite hirviendo sobre la cabeza del pecador:
Ya no es el cordón umbilical del recién nacido, sino el niño que se puede sentir instrumentalizado en bien de su hermano. No hay que olvidar la posible "carga psicológica de los niños nacidos para salvar vidas".
El cura, por supuesto, ha oído a cada padre, en el confesionario, en qué circunstancias ha concebido a cada uno de sus hijos.

En la ética socialdemócrata se combinan, como siempre, las verdades a media luz con las mentiras bondadosas. Todo por nuestro bien. He aquí la respuesta al católico pacato: Las necesidades sociales hacen los avances imparables, pero
"nadie actúa con fines egoístas. Esos padres que aman tanto a su hijo enfermo como para saltar por encima de miedos y barreras, amarán de igual modo al hijo que nazca. No son hijos menos deseados, sino más deseados."
La periodista lo sabe porque ha puesto el oído en la almohada.

Sin embargo, en la reflexión final, ética o bioética por supuesto, ambos prejuicios se hacen un guiño ante el espejo:
"la finalidad terapéutica debe seguir sólidamente anclada como frontera ética. Y la mejor forma de asegurarlo es la exigencia de autorización previa en cada caso".
La Autoridad -religiosa o estatal- reaparece al final del camino. ¿Quién es un padre o una madre para saber lo que es bueno o lo que conviene?