sábado, 20 de septiembre de 2008

Vicky Cristina Barcelona


Como en la enumeración del título, Vicky Cristina Barcelona es una colección de personajes y una sucesión de postales urbanas que no llegan a cuajar, porque la salsa que los une es tan líquida e incolora, las emociones suscitadas tan volátiles y el paisaje urbano tan turístico que nada contribuye para que aparezca la densidad. Sí, ya se que es una comedia, una comedieta ligera, pero de Woody Allen se espera algo más.

Unas cuantas fachadas reconocibles, algunas calles y parques, las ramblas, mucho Gaudí, mucho modernismo, interiores burgueses, gente guay y encantadora, como si todo eso fuese la Barcelona real. Los turistas cocidos, los vecinos en chándal, los paquistanies del Raval no aparecen. A muchos también les habrá disgustado la banda sonora, Paco de Lucía, los protagonistas no catalanes, el contexto español en general que se asocia a la ciudad, ni una pincelada del fet diferencial.

La levísima historia que la película cuenta es una historia de amores cruzados, focalizados en el personaje que interpreta Javier Bardem, superficial, mil veces repetida, llena de tópicos. Un pintor que, en el paréntesis de una relación borrascosa con su mujer española, Penélope Cruz, topa con dos turistas americanas en el verano barcelonés, a las que seduce con gran facilidad. Una, que busca un enamoramiento pasional, una aventura, Cristina (Scarlett Johansson), y otra, a punto de casarse con un hombre formal, Vicky (Rebecca Hall), pero que pese a ella misma no será inmune a la seducción del macho latino. Emociones, pasiones reversibles, calor, todo envuelto en el papel de celofán del arte y la música para gente con prisa. En fin, ecos de Almodóvar llegados a Nueva York y devueltos a Barcelona. No hay variante alguna del cuento que emocione o sorprenda y no se ve otro objetivo en el director y guionista neoyorquino que complacer a sus admiradores europeos, como ya lo hiciera en sus anteriores películas.


Los actores se ven abocados a interpretar personajes planos, insulsos, vistos cien veces. Penélope construye una Ana Magnani cuyo desgarro es de serie de telecinco, Bardem se va apagando a lo largo de la peli al repetirse a sí mismo una escena tras otra, a la Johansson nunca la he visto menos atractiva, tan sosa, una chica vulgar. La única que da vida a su personaje es Rebecca Hall, gracias a que el guión le permite algo más de evolución, una actriz que en otras películas me había pasado desapercibida.

La gente ha acudido en tropel al estreno y aquellos que se contentan con el halago habrán disfrutado, pero los que exigen de una buena película algo más, habrán visto confirmado el declive del maestro, iniciado en sus películas londinenses.

Esto que dice una crítica neoyorkina muestra lo que puede esperarse de esta película.
"Bañada en una luz tan seductoramente dorada y melosa que estarás tentado a lamer la pantalla. (...) Aunque es un viaje encantador, acompañado por la belleza del paisaje y de su estelar reparto (...) resuena, con implacable melancolía, una sensación de pérdida." (Manohla Dargis: The New York Times).
Pues eso, ¿cuánto dinero le ha costado al ayuntamiento de Barcelona y a sus amigos hacer este anuncio de pago?

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Una acerada crítica política, aquí.

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