jueves, 19 de junio de 2008

Candida Höfer

Reproducir las fotografías de Candida Höfer a través de la pantalla del ordenador es como ver las buenas películas en la tele o, para que la comparación sea más pedestre, acompañar una buena paella con un vino Don Simón, es decir, reducir su impacto a casi la inanidad. Hay que verlas en gran formato, en la pared de un museo o en el gran salón de un burgués cosmopolita, si uno tiene cuajo para frecuentar tales antros. A Candida Höfer (Eberwalde, Alemania, 1944) le atraen las grandes superficies de los museos, las bibliotecas, los palacios o los grandes hoteles. Pero no es ese su valor distintivo. Es la ausencia de seres humanos, no del hombre genérico, sino de las siluetas humanas en esos espacios. Sin embargo, no se le echa de menos, al hombre, porque esos espacios fotografiados cobran sentido sólo si se piensa en que por allí han pasado o pasaran los hombres. Su técnica consiste en el particular punto de vista y en el tratamiento de la luz de los espacios.

  • “Sucede lo mismo con la gente que te importa; sientes su presencia cuando están ausentes. Con los espacios ocurre algo similar; el hecho de ser espacios para la gente se hace más visible cuando la gente está ausente”.

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