Cuando Robert Rauschenberg le pidió un dibujo a De Kooning para luego borrarlo estaba como muchos otros artistas al acecho de lo que pudiera hacer para presentarse en sociedad. Su primera reflexión ante el expresionismo abstracto fue, “esto también lo puedo hacer yo”. Pero esa vía ya estaba muerta. Así que fue tanteando. Primero hacia el monocromatismo, cuadros totalmente blancos y cuadros totalmente negros. Contó con el apoyo de John Cage. Hasta que descubrió el dadaísmo y en especial a Duchamp y comenzó a ensamblar cosas en sus lienzos, sillas, cristales, fotos, maderas, animales disecados, rompiendo definitivamente la frontera entre pintura y escultura.
Neo-Dadá, se dijo. El prefirió otro nombre: "Escuché que a Calder nadie le prestaba atención porque no sabían cómo llamar a sus propuestas. Cuando se le ocurrió bautizarlas mobiles, empezó a tener éxito. Por eso me inventé el término combinados para definir algo que no era ni pintura ni escultura. Y funcionó".
Si se apartó de los expresionistas abstractos fue por dos motivos. Comprendió que con el culto a la personalidad habían agotado su capacidad de innovación e iniciaban su caída libre hacia la autodestrucción. Todo artista acaba por creer que ha trascendido su humanidad [no hay más que ver estos días las pasarelas de
Convirtió, por ejemplo, su propio colchón en “Bed”. Carecía de recursos así que utilizó el edredón para pintar sobre él con pasta de dientes y laca de uñas. Y una cabra disecada, un neumático, el tacón de un zapato, una pelota de tenis y pintura se convirtieron en "Monograma".
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