
Uno de los sucesos más chuscos del franquismo fue la credulidad del Generalísimo ante el invento de un ingeniero extremeño, Arturo Estévez Varela, que prometía poner a España a la cabeza del mundo desarrollado con el motor de agua. Aquel hombre se hizo famoso en toda España haciendo demostraciones de su invento. Salía en los programas del motor de TVE, como el del especialista Rafael Escamilla, o era frecuentemente entrevistado en la prensa.
Periódicamente en cualquier parte del mundo salen pícaros parecidos que dicen haber reproducido el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, ya sea mediante el motor de agua, la fusión fría o cosas parecidas.
Esta historia me hace recordar el timo en el que recientemente ha caído el gobierno autónomo de Aragón, presidido por el que hasta hace poco me parecía un político serio, Marcelino Iglesias. Dos hechos me han obligado a retirarle esa estimación. El que no haya cumplido su promesa de que dimitiría si se realizaba un trasvase y el que haya dado crédito a unos timadores.
Las Vegas de los Monegros, titulaban los periódicos a mediados de noviembre del año pasado:
Siete meses después no hay nada de nada, ni dinero, ni avales, ni cambios legislativos que lo hagan posible. Para colmo, y para cerrar el bucle, el jueves la oposición obligó a comparecer al consejero del ramo tras descubrir un dossier sobre un motor serbio que apenas consume gasolina, elaborado por los promotores del parque para buscar inversores. En el documento, con el logotipo del Gobierno de Aragón, se pedía 4,8 millones de euros para desarrollar la patente.
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Alfredo Pérez Rubalcaba, dijo sobre Julio Pascual Díaz: «Es una detención paradigmática. Quien está prendiendo fuego, sabe perfectamente lo que está haciendo».
El inocente pasó tres meses de su vida en prisión y ha estado casi dos años (y los que colgarán) sometido al señalamiento infamante de sus vecinos, sin que hubiese ninguna razón para ello.
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