Nació cuando comenzaba la guerra civil, después de que un hermano suyo con el mismo nombre muriese. Fue un hombre inquieto e independiente. Culo de mal asiento, se buscó la vida en Alemania, allí donde los españoles de rostro cetrino, eran mal educados, sucios y listos para hacer los trabajos que los alemanes no querían, como aquí y ahora lo son los inmigrantes nuevos. De vuelta a la España desarrollada malgastó sus ahorros en negocios con amigos que no eran tales. Lanzado como era, pidió y obtuvo una entrevista con un ministro de Franco, Fraga Iribarne, creo. No sé que quería conseguir. El horizonte de la España democrática también se le quedó pequeño. Se fue a hacer las américas. Tejas, Nuevo México y, por fin, California donde se casó y tuvo dos hijos. El matrimonio le asentó. Su inquietud le llevó a una Iglesia evangélica, a la que, igual que a las otras cosas en que creía, entregó diezmos y primicias. La naturaleza –él lo llamaba Dios- no se lo puso fácil con sus hijos, aunque él no protestó. Decía que era una prueba. No sé si ha tenido tiempo de despedirse del mundo, todo ha sido muy rápido. Pero si el universo se conforma a la conciencia que cada cual de él se forja, ahora comienza para él la eternidad y la felicidad que fue buscando. Es imposible resumir la vida de una persona en tan pocas palabras, lo que hizo, lo que dijo, las cosas que le sucedieron y que se guardó, y sin embargo su vida no perdurará más allá del recuerdo de los que le conocimos. En la Iglesia de su pueblo, el domingo pasado una imagen de San Juan Bautista con gesto circular señalaba al cordero pascual que pacía a sus pies. Es talla de madera realizada en 1713, cuando lo de la Guerra de Sucesión. Varias generaciones de lucios han visto o verán ese gesto, todas ellas son o serán briznas de hierba antes de que la carcoma acabe con ella.
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