martes, 19 de febrero de 2008

Retrato del masón egualitario ma squisito

El camarero viene con una bandejita-recogedor plateada y retira las migas de la mesa, pero Bannel, durante un buen rato, las sigue espantando.

La libertad, el bien más preciado; la igualdad, lo que hermana a los hombres; la justicia, el hálito que debiera impulsarnos. El director general de una empresa de energías renovables proclama sus principios en tanto le llega el rape a la brasa.

El entrevistador aduce las razones de este hombre para defender tan altos principios: pinta, no tiene tele -Sentí un gran alivio cuando tiré el televisor hace cinco años, es insoportable, es una pérdida de tiempo-, lee los libros de tres en tres. Item más, es masón y un hecho de marzo del 63 le conmocionó: El campesino camerunés, sucio pantalón corto, camiseta entreabierta y desgarrada, tomó la tierra del suelo, la olió y dejó que se escurriera entre sus dedos.

Acaba de escribir un libro con un título cualquiera, para decir: "Ver a la gente hacer cola para hacerse con el primer iPod o el primer Harry Potter me parece un espectáculo obsceno. Somos prisioneros del mercado, del poder financiero anónimo, vivimos en la cultura de la inmediatez, de la moda, falta sentido. El mercado se está convirtiendo en un nuevo totalitarismo".

Parece que al periodista se le olvidó preguntar a este hombre, egualitario ma squisito, si invitará a alguno de esos cameruneses, que ahora mismo están llegando en patera, a franquear, tras ese agarrador dorado, la puerta de este restaurante, Nabuco, que rezuma humanismo renovado y ética, y ya dentro a tomar una Insalata di Moscardini.

Hago constar que nada tengo contra los masones, como tampoco contra los que hacen cola para hacerse con el primer iPod.

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De untuosas lenguas. Las del gran lector y gran crítico y diz que gran amador George Steiner.


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No tienen partido, ni diputados, los medios de comunicación no hablan de ellos, excepto para poner un cortafuegos a su alrededor (intolerables son también los intentos de algunos de sacar provecho partidista de estos incidentes), los bancos no le prestan un euro, sin embargo les agraden. ¿Por qué les tienen miedo?


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