Esta era la gran noticia de hoy: el equipo de Craig Venter en Rockville, ha logrado crear a partir de elementos químicos el mayor genoma artificial completo de un ser vivo, el de una bacteria, el Mycoplasma genitalium, con 582.000 pares de bases, 485 genes en un solo cromosoma, la bacteria con vida independiente con el genoma más simple.
Esa era la noticia, pero los periódicos no lo dan a toda página. Sigue la inercia de convertir en noticia de primera los minúsculos temas de la vida cotidiana.
Las posibilidades que se abren son enormes, crear sistemas biológicos con funciones nuevas que no se encuentran en la naturaleza, pequeñas fábricas productoras de sustancias beneficiosas para la salud, bacterias programadas para degradar gases contaminantes, para devorar petróleo, que puedan transformar la luz solar en hidrógeno, o los residuos en energía.
Por supuesto hay gente asustadiza que hace preguntas equivocadas o inútiles. ¿Estamos dispuestos a modificar cromosomas y crear niños resistentes al cáncer?, se pregunta uno. Miedo a modificar el cuerpo que dios creó a su imagen, la imaginación colectiva contaminada por el cine y la literatura de ciencia ficción y por siglos de sacralización de la vida y del ser humano.
La mayoría de periodistas ha dejado de consultar
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