Pequeña gran película esta comedia Irina Palm. Montada en torno a una anécdota, a la que el guión no saca todo el jugo que podría haberle sacado, la peli se sustenta en dos buenos actores de reparto que aquí tienen la oportunidad de lucirse. Representan a dos personajes que se ven obligados a hacer algo que si no fuese por la circunstancia extraordinaria en que se ven envueltos nunca hubiesen podido hacer. Una abuela, para salvar a su nieto de una grave enfermedad, se ve obligada a trabajar en un sex shop en una actividad no tan dura como para que el espectador medio se sienta incómodo pero tan picantilla como para aparentar un atentado a la convención. Y un proxeneta al que se le brinda la oportunidad de humanizarse. La abuela se descubre una experta en manipulación y termina por cogerle gustillo a su trabajo, al tiempo que se hace amiga del dueño del negocio. Eso la envolverá en un velo de extrañeza que provocará el pasmo en su hijo y la estupefacción en sus amigas. Marianne Faithfull y Miki Manojlovic, especialmente la primera, traban con el espectador un pacto de sonrisas y lágrimas a cambio de credibilidad, durante los cien minutos del metraje, en un asunto que en la realidad no sería tan amable ni festivo, pero que el cine con sus trampas de costumbre convierte en fuente de diversión.
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"El 32% de los escolares de entre 8 y 11 años no han probado nunca las espinacas, el 23% no saben qué gusto tiene un tomate y el 15% no han comido jamás una naranja. Parece imposible, pero es cierto, según un estudio elaborado por la Fundación Dieta Mediterránea, que promueve talleres de cocina en los colegios".
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