
Es curioso cómo estamos determinados por la información que recibimos y cómo ésta es la mayor parte del tiempo manipulada y sectaria. Pocos aspectos de la vida escapan a la conformación ideológica o partidista. En general la opinión que nos formamos sobre cualquier asunto es todo menos propia; está zurcida por las fuentes de información de las que nos nutrimos. No tenemos fuentes personales para los asuntos del mundo. así que nos tenemos que fiar. Nuestra opinión sobre el 11-M, por ejemplo, es un ladrillo indeformable que adquirimos el mismo día de la masacre y que hemos ido cuidando con fe a prueba de golpes con el periódico, la televisión o la emisora de radio que frecuentamos. Hasta la verdad que ha establecido el tribunal se interpreta o se deforma en función de nuestro juicio previo.
El otro asunto es el tema de Irak. Si atendemos a la información que recibimos, la situación sería en general un desastre sin paliativos; la cosa no tiene arreglo, la labor de americanos y británicos ha contribuido al desorden y al crimen y Aznar merece un juicio de guerra en un tribunal internacional.
Sin embargo, para quien esté alerta o no se conforme, en algún rincón de nuestros periódicos, alguien pone en cuestión todos esos supuestos y la perspectiva puede empezar a cambiar.
Un periodista británico, Bartle Bull, en la revista Prospect ha publicado un ensayo al respecto que titula con un sorprendente Misión cumplida. Vargas Llosa resume de este modo la tesis del analista en ¿Victoria en Irak?: “las metas estratégicas de la intervención se han alcanzado. Irak no se ha desintegrado y su unidad territorial y política parece ahora más firme que antaño pues el descentralizado sistema en marcha cuenta incluso con el apoyo de los kurdos, cuya vocación independentista ha mermado de manera radical. En vez de una dictadura, el país es una democracia en la que, en todas las elecciones celebradas, la participación popular ha sido enorme, por encima de la que caracteriza a las sociedades abiertas de Occidente, de modo que su gobierno tiene una indiscutible legitimidad jurídica y política. Y se ha dado una Constitución que garantiza una independencia institucional y libertades públicas que ni Irak, ni ninguno de sus vecinos, ha conocido en su historia. No ha estallado la guerra civil e Irán no ha ocupado Irak ni tutela su vida política. El país ha dejado de ser un peligro para la paz mundial y, aunque muy lentamente, va convirtiéndose en la primera sociedad árabe con elecciones libres, libertad de prensa, partidos políticos diversos y derechos civiles reconocidos”.
El analista puede estar equivocado, puede que no, pero al menos puede ayudar a ventilar los miasmas apestosos de la opinión unánime fundada en la fe a toda prueba.
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