domingo, 7 de octubre de 2007

Las dos caras del Che

Sartre dijo una vez que el Che Guevara era el ser humano más completo de nuestra era, y su viuda, Aleida March, que era un hombre sin defectos.

La conversión del Che en un icono planetario es obra de un fotógrafo con suerte y del merchandising de la izquierda. Una operación exitosa que no salva la contradicción entre los ideales que trasporta y el consumismo más capitalista.

Participando de ese consumismo desacomplejado EP dedica este domingo un puñado de páginas con grandes fotografías, al modo de las imágenes de santos de nuestra infancia, a celebrar los 40 años de su muerte.

La entradilla nos basta para ver el tono del reportaje:

Ernesto Guevara (1928-1967) no es sólo el guerrillero convertido en icono global. Hay otro Che. El que leía a Marx y Lenin, pero también a Goytisolo, Baroja y Papini. El que escribía a su mujer, Aleida: "Te podría decir que te extraño hasta el punto de perder el sueño".

No es el único Che que deberían conocer el Thierry Henry que apareció en una gala de la FIFA vistiendo una playera roja y negra del Che o el Frei Betto, consejero del presidente Lula y encargado del programa “Hambre Cero”, cuando dijo que “deberíamos prestarle menos atención a Trotsky y mucha más al Che Guevara”.

Si leyesen la reciente biografía que Jon Lee Anderson le dedica, Che Guevara: Una vida revolucionaria, conocerían el otro Che más veraz y menos simpático. Por ejemplo el que Castro puso a cargo de la prisión de La Cabaña, donde dirigió su comisión depuradora y dónde sin juicio previo pudieron ser fusilados, entre enero y abril de 1959, unas 550 personas a su cargo. O su desastrosa, y, en sus propias palabras, chaplinesca incursión guerrillera en el Congo, o el Guevara que, tras la crisis de los misiles nucleares de 1962, dijo al periódico comunista británico, Daily Worker: “Si los cohetes hubieran permanecido, los habríamos utilizado todos y dirigido contra el mismo corazón de Estados Unidos, incluida Nueva York, en nuestra defensa contra la agresión.

Uno tiene la tentación de concluir que el icono del Che es lo que queda de la izquierda, una fe convertida en consumo, un consumo beatificado por la ecología, las culturas del tercer mundo o la conciencia climática. Productos con etiquetas (verdes, rosas) pero no otra cosa que mero consumismo.

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Carod-Rovira: "Si la cultura alemana fuera invitada a una feria del libro tampoco permitirían que fueran autores alemanes que escriben en turco",

1 comentario:

Anónimo dijo...

sin duda una critica que en inicio parece ser suspicaz y certera, para pasar a una estupida, descontextualizada y capitalista mirada...