
Como si sus ensoñaciones tuviesen que encandilarnos a todos. Poniendo sobre el mantel cosas banales -banderas, himnos, reyes-, cosas de adolescentes que trazan sobre el papel fronteras de naciones imaginarias, sobre las que incluso están dispuestos a verter sangre, a ser posible de los otros, distrayéndonos de lo importante. Hasta que la cosa se encabrone y a todos nos implique en la mierda y en el lodo.
Qué importa la vivienda, la hipoteca que se alza como un mazo, el empleo precario, los viejos abandonados a su suerte, los africanos que se arrastran hasta nuestras ciudades. Qué importa la gestión de las cosas, cuando uno cree que puede forzar las páginas de los libros de historia.
Qué vergüenza cuando la ensoñación adolescente se transforma en cínica contabilidad de votos, qué vergüenza las divisorias, trazando las líneas de los nuestros, de los buenos, de los listos, de los modernos. Quizá es el precio que hay que pagar por la homogeneidad que comporta la democracia. Quizá. Pero mantengamos la mente abierta.
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Un juez señala nueve errores en el documental de Al Gore
La resolución afirma que es "alarmista y exagerado", aunque reconoce la valía de su presentación.- El juez cuestiona que la cinta se deba mostrar en las aulas británicas.
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