
¿Qué hacían esta mañana tantos antidisturbios en la plaza de España de Barcelona? ¿Qué hacían tantos seguratas en las estaciones de Castefa, Gavá, Viladecans o El Prat, en este día en que el informativo de TV3 ha decidido que el operativo montado por el gobierno ha sido un éxito? A qué tienen tanto miedo. Se husmea en el ambiente el viejo instinto autoritario de la izquierda (Queremos vuestro bien, pero haced lo que os digamos).
¿A quién quiere agradar Zp haciendo que el AVE llegue puntual el próximo día 21 de diciembre a Barcelona? No a los viajeros que utilizan cada día los trenes de cercanías. No sé si esta pregunta la he hecho ya en este blog: ¿qué es más importante, el AVE y su gigantesca inversión que alguien habrá de pagar, la ampliación del aeropuerto y su enorme inversión en la nueva T-Sur que alguien habrá de pagar o una red de cercanías ágil y cómoda que haga la vida más fácil a los ciudadanos de la periferia de Barcelona? Me parece que los políticos ya han decidido. Espero que los sufridos ciudadanos en su momento también lo hagan. Uno tiene la impresión, confirmada por las leyes y los hechos, que los políticos legislan y actúan no pensando en los ciudadanos, sino en el efecto que sus acciones pueden provocar en una parte muy reducida de la población, los que de momento disponen de la opinión (periodistas), de los resortes del poder político y económico (políticos y empresarios) y del colchón que amortigua el ruido de la calle (aprovechados con subvenciones y buenos puestos de trabajo pagados por la administración con el uso discrecional de los impuestos de todos). Pero la realidad no puede estar por mucho tiempo aplastada por un colchón.
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“Quemar iglesias o matar eclesiásticos es lo primero que se hizo en muchos pueblos y ciudades donde la sublevación militar fracasó. Al clero se le asesinaba sin necesidad de pasar por juicios o tribunales. El castigo fue de dimensiones ingentes, devastador, y no hay que dar muchas vueltas para hacer balance: 6.832 eclesiásticos fueron asesinados; una buena parte de las iglesias, ermitas y santuarios fueron incendiados o sufrieron saqueos y profanaciones, con sus objetos de arte y culto destruidos total o parcialmente. Tampoco se libraron de la acción anticlerical los cementerios y lugares de enterramiento, donde abundaron la profanación de tumbas de sacerdotes y de exhumación de restos óseos de frailes y monjas”.
(La huella de la violencia anticlerical. EP. JULIÁN CASANOVA 22/10/2007)
Pero, en la visión socialdemócrata de la historia, de los hechos, siempre hay un pero. Ese pero se llama causas. Aunque en este caso, sorprendente giro de la argumentación socialdemócrata, las causas son a posteriori.
“La persecución anticlerical convirtió a
Prodigiosa secuencia de frases, donde la gramática por arte de la yuxtaposición convierte a las consecuencias en causas y a las víctimas en causantes de su mal. Pues siempre hay un pero que justifica la violencia revolucionaria:
“La jerarquía de
¿A qué nos suena todo esto? La búsqueda de causas, es decir de culpables, justifica la prolongación de la violencia política. ETA, y sus asesinatos trasmutados en violencia revolucionaria, justificada por causas que tienen su origen tralará, tralará...; ETA, y sus víctimas convertidas en víctimas manipulados, tralará, tralará... Siempre la misma historia de corrupción moral. Estos enfermos de la razón que no saben que lo están.
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