sábado, 20 de octubre de 2007

André Gorz se despide

André Gorz alcanzó dos veces la fama. Como intelectual comprometido en la posguerra parisina y ahora como suicida que cumple la promesa de su muerte.

Era hijo de una familia judía que había nacido en Viena bajo el nombre de Gerard Horst, en 1923. Junto a sus padres vivió los años del peor antisemitismo, pero su vida adulta transcurrió en Francia, junto a las celebridades parisinas de la posguerra como Jean Paul Sartre, Camus o Simone de Beauvoir. Su fama surgiría como periodista y filósofo, en sus colaboraciones en L’Express de Jean-Jacques Servan-Schreiber, primero, y luego como fundador, junto a Jean Daniel, de Le Nouvel Observateur. Con Sartre seguirá las etapas del compromiso intelectual, desde el existencialismo al marxismo y después introduciendo en Francia los libros de Marcuse y la Escuela de Frankfurt. A partir del 68 se alejará del maoísmo de Sartre en favor del ecologismo político. Los últimos años de su vida serán un repliegue de las posiciones radicales que había mantenido durante toda su vida, enfrentado al autoritarismo comunista, en favor de la libertad y del individuo.

Fue en el otoño del año pasado cuando, a sus 83 años, vuelve a llamar la atención de la sociedad francesa. Escribe Lettre à D. Histoire d'un amour (Galilée, 2006), una carta de amor a quien ha sido la mujer con la que ha vivido durante 50 años.

« [...] Tu vas avoir quatre-vingt-deux ans. Tu as rapetissé de six centimètres, tu ne pèses que quarante-cinq kilos et tu es toujours belle, gracieuse et désirable. Cela fait cinquante-huit ans que nous vivons ensemble et je t'aime plus que jamais. Récemment, je suis retombé amoureux de toi une nouvelle fois et je porte de nouveau en moi un vide débordant que ne comble que ton corps serré contre le mien [...] Nous aimerions chacun ne pas survivre à la mort de l'autre. Nous nous sommes souvent dit que si, par impossible nous avions une seconde vie, nous voudrions la vivre ensemble. »

Acabas de cumplir 82 años. Sigues siendo tan bella, graciosa y deseable como cuando te conocí. Hace cincuenta años que vivimos juntos; y te amo más que nunca. Hace días te dije que había vuelto a enamorarme de ti. Y tu vida desbordante me hace feliz, abrazando tu cuerpo contra el mío”.

Dorine, como él, había dejado su patria, Inglaterra, para vivir en París. Ahora está gravemente enferma. A lo largo del libro-carta André Gorz repasa su vida en común de solitarios, apátridas, sin tierra, sin familia. A sus 80 años, enfermos los dos, el amor que han mantenido se ha convertido para ellos en la única patria. En el libro habla de sus discusiones en torno al suicidio, de la posibilidad de despedirse juntos del mundo. Una manera de prolongar su amor, si ello fuera posible.

Y así ha sido, el pasado 24 de septiembre, en su casa de Vosnon (Aube), André Gorz y Dorine, a la edad de 84 años, ponían voluntariamente fin a su vida.

Es una historia que recuerda la de Arthur Koestler, otro escritor desengañado a tiempo del comunismo (El cero y el infinito). En 1983, ya muy enfermo, se despidió del mundo junto a su esposa, Cynthia, con una sobredosis de medicamentos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo también quisiera ser objeto de amor de una persona durante ese medio siglo.... pero también me pido capacidad para poder disfrutarlo...puestos a añadir: lo importante, para mutuo regocije, sería que los dos miembros de la pareja siguieran igual de enamorados... pero yo preferiría no suicidarme, lo digo ahora que tengo salud y que no tengo que hacer doblete de fama.