lunes, 17 de septiembre de 2007

La vejez no es una batalla, la vejez es una masacre

Es inevitable comparar a Philip Roth con Paul Auster. Entre otras cosas porque los acabo de leer con breve intervalo de tiempo. Tengo presente esa cita de Auster sobre Borges que recogí hace pocos días. Decía de Borges que era un adolescente, que por eso nunca escribió novelas. Es la impresión que a mí me queda tras haberlo leído a él, que tampoco Auster ha madurado. Puede que a ratos sus novelas sean brillantes, imaginativas, que te atrapen sus enredos, pero horas después de la lectura no queda huella en tu corazón. La última, Brooklyn Folies, es ligera como un polo helado, Produce placer mientras la disfrutas, en especial las estampas de la primera parte, cuando va presentando a cada uno de sus personajes y su historia, y se hace algo más pesada y más indefinida a medida que los reúne y los hace convivir. No consiguen, sin embargo, traspasar los límites del libro. Dice de Borges que no conmueve, que no golpea el corazón de los hombres. Es posible que en algún momento Auster llegue al corazón, pero al modo de las películas lacrimógenas que no piden de ti más que un pañuelo de kleenex.
Philip Roth es un escritor que te rompe por dentro. Esa es la cualidad del arte. Auster pertenece a la legión de los románticos de variada especie, chico no te preocupes, tú vales y los problemas que estás pasando no tardarán en disolverse como azucarillo en el café. Consuelo debería ser la primera de la lista en el diccionario de las palabras odiosas. Estamos protegidos por la gran valla del romanticismo. Ningún aspecto de nuestra sociedad socialdemócrata escapa a esa dulce cárcel.

Philip Roth es un artista, un apestado, abre los ojos y mira la realidad sin gafas. Leer Elegía quema. En muy pocas páginas nos habla de la enfermedad, del dolor, de la muerte y de la soledad. Los que aparecen en sus páginas no son personajes, somos nosotros mismos. Hay quien piensa que la mejor actitud ante la vida es el optimismo. Qué insensatez. El pesimismo, la conciencia de la crudeza de la vida y de la muerte, del dolor y de la enfermedad, es la condición para obtener algunos días de placer, esos pocos días de felicidad, catorce, que confesaba haber tenido aquel poderoso califa de la Córdoba andalusí.

Ya sé que es imposible tenerlo presente cada día, pero es lo que hay:

“No hay nada que no se malogre.”

“La muerte es sólo muerte… no es más que eso”.

“…la vida le había sido dada como a todo el mundo, al azar, de una manera fortuita, pero una sola vez y sin ninguna razón conocida o conocible”.

“La vejez no es una batalla, la vejez es una masacre”.

“La fuerza más intensamente turbadora de la vida es la muerte”.

“Mira atrás y repara lo que puedas reparar y saca provecho del tiempo que te queda”.

Últimamente tiendo a pensar que el tiempo de la novela está periclitado. La experiencia de leer esta obra de Philip Roth me hace de momento suspender dicho juicio.

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Carod, acompañado de Maragall, ese doble de sí mismo, asistió el pasado sábado al 850º aniversario de la fundación del monasterio de Santa Maria de Vallbona de les Monges (Urgell). Para quienes crean que el nacionalismo es un palimpsesto de la religión este enfático discurso del vicepresident Carod les reafirmará en su creencia y les hará reír: "Cada monasterio tiene su singularidad, el de Montserrat nos recuerda la Cataluña nación; el de Poblet, la Cataluña Estado, y el de Vallbona, la Cataluña de las personas".

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Esto, sin embargo, no debería hacernon reír:

El canciller de Francia, Bernard Kouchner afirmó que el mundo debería estar preparado para una guerra debido al programa nuclear iraní. "Tenemos que estar preparados para lo peor y lo peor es la guerra", aseguró Kouchner en una entrevista con la radio y la televisión francesa.

2 comentarios:

Puigmalet dijo...

La sentència de Carod, treta de context, sembla una absoluta collonada. Repetir aquest efecte que aconsegueix el malvat del periodista no sembla una prova molt raonada de refutació d'una teoria, no?
Per cert, hi ha una errata a palimpsesto (o tot el comentari és errata, je,je?)

Toni Santillán dijo...

Ya sabes que Carod es enfático, muy enfático. El nacionalismo en general es un apósito (como la religión o cualquier otra ficción colectivista) para aquellos que no resisten la herida de la individualidad. Apechugar con la radical soledad es duro. ¿Es de malvado transcribir la literalidad de una frase? Esa frase no tiene contexto que la salve.