lunes, 16 de julio de 2007

Last days

Hay un bosque montañoso de una gran extensión, una gran casa en medio del bosque y un joven, quizá en torno a los 25 años, que deambula por el bosque y por la casa. El joven camina y camina sin un orden aparente y murmura palabras ininteligibles que sólo mediante subtítulos sabemos cuáles son. Intuimos que es un músico, aunque es difícil saber si lo que le ocurre es una crisis de orden creativo o existencial. En la casa hay otros jóvenes que también parecen estar sometidos al efecto de alguna droga, apenas hablan y cuando lo hacen su discurso no parece tener mucho sentido. Hay llamadas de teléfono, ¿amigos, miembros del grupo musical, casa discográfica?, pero el joven no contesta o las esquiva como esquiva a un supuesto detective que llega a la casa preguntando por él. Al final de la película te enteras de que está inspirada en los últimos días de la vida del famoso cantante del grupo Nirvana, Kurt Cobain, aunque el protagonista de la película responde al nombre de Blake.

Gus van Sant está a punto de inventar la abstracción en el cine. Imágenes despojadas de un hilo conductor del sentido, apenas unas figuras casi indefinidas en medio de un fondo no demasiado acogedor. Este director ha realizado una trilogía sobre el mundo de los jóvenes, de la que aún se puede ver en los cines la última, Last Days. El proyecto es original, tanto por el tema como por la forma de enfocarlo. La primera del ciclo, Gerry, es la más abstracta de las tres: vemos a dos jóvenes, los únicos protagonistas, salir de la carretera, dejar el coche y adentrarse en un mundo agreste cuyo fondo va cambiando al mismo tiempo que el ánimo de los protagonistas: matorral, áridos cerros, montañas rocosas, dunas, desierto salado. Caminan y caminan, perdidos, sin encontrar una salida. Apenas hablan, apenas hay sucesos, tan sólo caminar y caminar en el fondo cambiante de la naturaleza, acompañados por el viento, las nubes pasajeras y el curso solar. Es un western despojado de acción.

Ya habíamos visto algo parecido en Elephant, en la que Gus Van Sant retrataba la desorientación de los adolescentes de Columbine, el instituto de enseñanza media donde se produjo la famosa matanza. En las antípodas del Bowling for Columbine, de Michael Moore, Gus Van Sant mostraba de nuevo a jóvenes caminando, hablando o realizando las actividades rutinarias de un centro de enseñanza; incluso la preparación de la matanza y la propia matanza por parte de los dos asesinos se exponía con la misma frialdad. El director se mantenía mudo, ajeno a la búsqueda de causas, de modo que al espectador se le amontonaban las preguntas tras los títulos de crédito. El resultado era una peli bellísima e inteligente, la más lograda de la trilogía, que se llevó la palma de Cannes del año 2003.

Ahora con Last Days el resultado es algo decepcionante. El continuo deambular que tenía sentido en la anterior como metáfora de la inasible mente adolescente no es tan estimulante ahora, no hay nada que nos de pie a interpretar lo que pasaba en la mente de Kurt Cobain. Sólo sabemos que está viviendo una crisis, que hay drogas alrededor y que se ha desconectado de los circuitos de la vida hasta encañonarse la cabeza y disparar. Los actores tampoco ayudan mucho, probablemente porque el propio Gus Van Sant lo ha querido así.

En las tres películas después de las largas caminatas hay un suceso trágico, pero no se ven las causas, sólo en la mente del espectador se pueden establecer conexiones. Gus van Sant ve a sus personajes desde la distancia, perdidos, abandonados, sin permitir la identificación. En las tres no importan los diálogos o el texto, el sentido viene de la fuerza de las imágenes, de los sonidos y del movimiento de los actores.

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