martes, 19 de junio de 2007

Charlatanería

¿Quién es más perjudicial el charlatán o el mentiroso? Dice Harry G. Frankfurt, en su On Bullshit, que la charlatanería es el peor enemigo de la verdad. La charlatanería (bullshit) estaría definida por la ausencia de interés por la verdad y por ello es muy distinta de la mentira. El mentiroso tiene en cuenta la autoridad de la verdad, sus reglas de conformación, para negarla, en cambio al charlatán la verdad le trae al pairo. Cuál es el problema, que el charlatán no está del lado de la verdad ni del lado de la mentira, simplemente no le importan los hechos. No le importa si las cosas que dice describen correctamente la realidad o no; extrae cosas de aquí y de allá, manipula los datos para que se adapten a sus fines. El mentiroso conoce la verdad, es respetuoso con ella, el charlatán crea falsificaciones.

Por qué hay tanta charlatanería en la actualidad. Frankfurt aduce dos causas: la propensión a hablar de asuntos que uno ignora. Todo el mundo se cree con derecho a opinar sobre cualquier asunto, sin la mínima competencia. Y el escepticismo, que sostiene que no podemos conocer la realidad objetiva y que por tanto es banal la lucha por saber cómo son realmente las cosas. Esa actitud socava el ideal de la corrección, el ideal desinteresado por determinar la verdad por oposición a lo falso, ideal sustituido por el de la sinceridad. El modelo es el vendedor de coches (seducción), “si te soy sincero…”, en el que lo importante no es la fidelidad a la verdad de las cosas, sino a “lo que yo te diga”, la fidelidad a uno mismo o la confianza que te inspiro. Importa no ser fiel a los hechos, sino establecer un pacto de confianza, “cree en mi sinceridad”.

Este asunto es especialmente importante en los periódicos. Cuando acudimos a ellos lo hacemos en la confianza de que describen la realidad. Pero con el tiempo ha ido desapareciendo la crónica objetiva de lo que sucede, sustituida por periodistas con nombre que nos dan su opinión sobre lo que sucede. Los periódicos han dejado de aplicar aquella disciplina desinteresada y austera, en palabras de Frankfurt, que les caracterizó en otro tiempo. Ese ideal estaba representado en muchas películas clásicas, el periodista, por ejemplo, de El hombre que mató a Liberty Valance. Hoy, el lector, el telespectador o el radioyente, establece un pacto de confianza con el periodista al que cree, en vez de leer u oír frías noticias. Ya no hay informativo a secas, sino el informativo de fulanito o las mañanas de menganito.

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Un ejemplo. Lo que lleva haciendo un par de días EP y sus corresponsales en París sobre el resultado de las elecciones francesas. Dice hoy el corresponsal: “El mediocre resultado obtenido el domingo por la derecha gubernamental en la segunda vuelta de las legislativas, por más que se traduzca en una holgada mayoría en la Asamblea Nacional, ha evidenciado los límites que los franceses le han puesto al poder del presidente Nicolas Sarkozy”. Los datos no aseveran la charlatanería del corresponsal:

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