martes, 15 de mayo de 2007

Estética nazi


Lo más fácil, lo más barato, es lo que la marca Marks & Spencer (M&S) ha hecho, rescindir el contrato con Bryan Ferry. Ya no será la cara de su colección masculina de ropa. Y todo porque el ex líder de Roxy Music dijera "Dios mío, los nazis sabían cómo presentarse a sí mismos" o que "Las películas de Leni Riefenstahl, los edificios de Albert Speer (primer arquitecto de Hitler), los desfiles masivos y las banderas... Impresionante. Realmente bonito". O que el ex vocalista de Roxy Music además haya bautizado como "el búnker del führer" su estudio en el oeste de Londres.

La presión ideológica de lo políticamente correcto se ha impuesto de nuevo. La marca se mantiene incólume del lado bueno y al vocalista se le arroja un baúl de mierda por expresar lo que la mayor parte de la gente siente pero no se atreve a pensar ni a expresar.

Enfrentarse a este asunto es incómodo, requiere levantarse del sillón y caminar. En el caso del arte nazi (Speer, Leni Riefenstahl) no es la mera contigüidad con lo nazi lo que le convierte en perverso. ¿Quién no ha quedado pasmado ante las imágenes de la Riefenstahl? Admirar la Olympia o el Triumph des Willens no te convierte en nazi ni te lleva a la comprensión de sus atrocidades. Sólo hace falta indagar un poco más, desvelar su mecánica. Lo que no han hecho ni Bryan Ferry ni la marca M&S. El arte nazi produce belleza presentando al individuo como un eslabón en el engranaje de una cadena, lo subsume, lo hace desaparecer en la masa que se mueve siguiendo consignas, los artistas nazis contribuyeron a propagar esa ideología. Como lo hicieron a su vez Eisenstein en El acorazado Potemkin o Griffith en El nacimiento de una nación, con otras. Ese es el doble aspecto bajo el que hay que contemplar el asunto: un arte seductor y un arte perverso. Las dos cosas son ciertas, las dos pueden y deben decirse.

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Que se prepare Sarkozy:

"Durante los últimos días, grupos de ultras han destrozado la plaza de la Bastilla, han quemado coches, han arrasado comercios. Una vez más, castigan con su ira a la gente desvalida, a los trabajadores. En aquellos lugares donde han desatado su vesania aparecen pintadas que dicen: "fachos", es decir, nuestro familiar "fachas". (...) Los sindicatos aristocráticos, pilotos de avión, maquinistas de tren, controladores del transporte público, ya están afilando el hacha. Todos aquellos que, con el fin de mantener sus privilegios, no vacilan en utilizar a los trabajadores como rehenes en huelgas que para nada perjudican a los ricos, van a echar un pulso al nuevo presidente. A esta odiosa extorsión la llaman movimientos sociales. Fariseísmo de los portavoces. Es el ambiente de la Gran Bretaña de Margaret Thatcher".

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