sábado, 21 de abril de 2007

Pensamiento cautivo

Tengo una pregunta para Ud. Es casi una heroicidad resistir más de dos horas y media el soporífero espectáculo de la ciudadanía haciendo preguntas a un político, se supone que espontáneamente. Los mismos tópicos, hilillo del prestige incluido, las mismas fórmulas para presentar los problemas, los mismos temas. ¿Es posible que los ciudadanos no sepan ver y expresar sus propios problemas de modo diferente, más veraz, a como les son presentados por los políticos profesionales? La guerra de Iraq, las mentiras del 11-M, las banderas inconstitucionales. Probablemente se trate de la pereza mental que produce la exposición continuada al televisor, porque la tergiversación, ocultación, simplificación deliberada que caracteriza la deshonestidad intelectual no puede venir de ciudadanos desconocidos y escogidos al azar. Expresiones hechas, eufemismos, esdrújulas o adverbios acabados en mente son el síntoma de esa pereza mental que impide pensar por sí mismo. Un ciudadano ante un político parece un clon de un periodista o de otro político: o a favor o en contra, partidarios, sin la radical independencia que debería ser propia de cualquier persona que no deba nada a nadie. Es descorazonador, pero quizá siempre ha sido así. No hace falta más que leer los diarios de guerra de Orwell para ver como políticos e intelectuales sabían crear la atmósfera más adecuada a sus intereses, cómo ni en los momentos más críticos los ciudadanos se apartaban de su afección partidaria.

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“La matanza de 32 personas en la Universidad Politécnica de Virginia forma parte de esta clase de acontecimientos sobre los que todo el mundo tiene mucho que decir y donde invariablemente nadie expresa nada que fuera interesante”. Vicente Verdú

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