domingo, 11 de marzo de 2007

Suite francesa

“Poco después, en la carretera, en lugar del ejército alemán sólo había un poco de polvo”. Así acaba la novela, así el paso de los hombres sobre la tierra. Una melancolía retroproyectiva, si así pudiera decirse, invade al lector desde la primera página, porque sabe lo que le ocurrió a la autora y sabe lo que le ocurrió al libro. Esa melancolía aumenta en las últimas páginas una vez que intima con los personajes, mujeres francesas y soldados alemanes, porque sabe que todas esas historias quedarán truncadas, sabe qué pasará con esos hombres jóvenes que son llevados a la muerte a las estepas rusas. En esa melancolía se encierra el valor y la debilidad de esta novela publicada más de 60 años después de que fuera escrita. La escritora nos cuenta su riguroso presente, la huida de los parisinos antes de que Francia sea invadida por las tropas del Reich. Una descripción bastante convencional, al principio, por una narradora omnisciente, de cómo se las apañan distintos tipos sociales, con lo vicios o virtudes que se les suponen, tratando a cada uno con la ternura o desprecio que merecen, lejos del objetivismo que ya en esos años había ganado la literatura. Pero en la segunda parte la autora focaliza su atención en un pueblo del norte y hace convivir a ciudadanos ocupados con soldados ocupantes. Gana entonces la novela en intensidad, los personajes se quitan las máscaras y aparecen como personas capaces de rehacer su vida aun sabiendo que será por breve tiempo. Hay emoción, pasiones, muerte. La vida se recobra del susto, aun cuando la autora mantiene su estilo antiguo. Pero el lector sabe más que ella y que los personajes y ese es un valor que este libro ha adquirido por encima de su propósito inicial.

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Leyendo los apuntes que Irene Nemirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942) escribía mientras componía Suite Francesa”,se ve que quería hacer un gran fresco sobre la guerra al modo de Guerra y Paz, a la que tiene siempre presente. La novela que leemos sólo tiene dos partes (Tempestad en junio y Dolce), pero debería tener tres más. Así se comprende la simplicidad de los caracteres de los personajes en la primera parte, que debían evolucionar en las partes no escritas. También se entiende el rechazo de Lucile a Bruno, el oficial alemán: Lucile al final debería enamorarse, de Jean Marie, que aparecía en la primera parte. Pero lo que mejor se comprende es el espíritu de provisionalidad de personajes y episodios, la desconexión entre Tempestad y Dolce. IN dice en una de sus anotaciones: “... el libro mismo debe dar la sensación de no ser más que un episodio... lo mismo que nuestra época, y todas las épocas, por supuesto”. Sin embargo, no podemos juzgar esta novela por lo que pudo haber sido sino por lo que es. Y así resulta que quizá es más interesante el relato de la vida de IN y la aventura del manuscrito que el resultado final de la novela. IN tuvo que huir dos veces, una del bolchevismo, refugiándose en París y la otra del nazismo, con la colaboración de la gendarmería francesa incluida. Esta segunda vez fue deportada a Auschwitz. Murió en la enfermería, donde se confinaba a los que no eran útiles para el trabajo, a poco de llegar. Su vida, desde el principio, fue novelesca, la extraña relación con su madre que no la quiere y que la sobrevivirá hasta los 102 años; la huida de San Petersburgo hacia Finlandia, viviendo un año en una cabaña, rodeada por la nieve, y después a Suecia; la llegada por fin a Ruán en medio de una gran tempestad. En Francia publica joven, tiene éxito literario y vive con intensidad. David Golder es su novela más famosa. Publica cuentos en periódicos y revistas. Se casa, tiene dos hijas. Entonces estalla la 2ª GM. Ella y su marido son judíos. Son detenidos y arrastrados a los campos de Polonia y allí morirán. Al mismo tiempo que escribía Suite francesa, iba anotando lo que se le ocurría para componer ese enorme fresco que habría de ser la novela. Su última anotación es del 11 de julio de 1942, dos días antes de que la arrestaran. Era el esquema de la tercera parte. Sus hijas, perseguidas por los gendarmes sin descanso para hacerles correr la misma suerte que a sus padres, fueron de escondite en escondite. Con ellas llevaban una maleta donde guardaban el manuscrito de la novela, aunque tardaron 62 años en decidirse a publicarla.

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