sábado, 10 de marzo de 2007

Dos pelis de amor

Las dos van de amores que por distintos motivos no pueden alcanzar buen puerto. El velo pintado, basada en una novela de Somerset Mauhgam, cuyo guión supongo le es fiel, está demasiado aferrada a situaciones previsibles. El punto de partida es prometedor. Un castillo inglés de gran familia, una madre con dos hijas que le dice a la más guapa, pero de cierta edad: ¿Hasta cuándo tu padre va a seguir alimentándote?, la chica herida que se agarra al primero que llama a su puerta, un joven bacteriólogo. Cómo construir una historia con esos mimbres. Bien, podemos construir una historia de amor que suceda al revés, debió decirse el escritor, no ya la convencional historia pasional que se va desinflando, sino al revés, a partir del matrimonio de conveniencia, con adulterio inicial incluido, ponemos a la pareja en un lugar y una situación dramáticas, por ejemplo, una ciudad China del interior condenada a morir del cólera, en los años 20, que dejen de odiarse y se vayan enamorando hasta alcanzar la pasión. El decorado desde luego impresiona, un valle entre montañas cónicas, un río, una ciudad antigua, vegetación lujuriosa, China en ebullición, en el momento en que los nacionalistas quieren conquistar su país a los británicos. Y ahí llega el médico bacteriólogo que acude a la llamada del idealismo, huyendo del matrimonio que no funciona, pero arrastrando a su mujer. Sin embargo, los actores, Naomi Watts, Edward Norton, se esfuerzan demasiado (ambos son los productores); el guionista es algo artificioso y el director no se toma el tiempo preciso, se necesitaba un discurrir más pausado. Quizá ocurra que, así como las novelas de sofá, según Eduardo Mendoza, ya pasaron a la historia, las pelis románticas no sean de este tiempo. El equipo que la ha hecho no ha creído demasiado en ella. Si el modelo era Memorias de África, ha quedado muy lejos. Habría que ver qué hicieron Greta Garbo y Herbert Marshall en la primera versión, 1933, de esta historia.

Juegos secretos, feo título que nada explica, sí es de este tiempo. Una ciudad de clase media, mujeres ociosas cuidando de sus niños pequeños (Little children) en el parque o en la piscina, esperando que algo suceda en sus vidas. Una madre y un padre que se cruzan. Por ambos ha pasado ya el tiempo de la pasión y ahora arrastran historias grises. Para cada uno de ellos, el otro supone la posibilidad de comenzar de nuevo, aunque sea con un niño por cada lado. Tampoco aquí la historia y el decorado dan mucho más de sí. El joven padre, Patrick Wilson, que no acaba de adaptarse a la vida de adulto, la joven madre, Kate Winslet, con un marido que prefiere el sexo virtual a su compañía. Los dos son jóvenes, atractivos, se entregan. Y en torno a ellos un pedófilo bonachón, a quien cuida la madre, recién salido de la cárcel, y un ex policía, perdido en una vida vulgar, que quiere darle caza, más algunos otros, apenas esbozados. Personajes y situaciones que podrían haber sido interesantes si hubiesen sido tratados y resueltos sin el acostumbrado sentimentalismo de las películas mediocres.

Tanto en una como en otra ha faltado fe a sus artífices, a pesar de que Edward Norton, productor de El velo pintado dijese, en promoción, Consideré necesario ampliar el horizonte, a nivel emocional y escenográfico (¿qué querría decir?). En fin, por encima del estuche de palomitas del espectador, cualquier horizonte es amplio.

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