miércoles, 14 de febrero de 2007

El mito del Rey Arturo

Carlos Alvar, profesor en Ginebra y antes en Bacelona explica le gestación, el crecimiento y la completitud de las leyendas artúricas. Las primeras referencias son del siglo VI, el siglo en que se sitúa la vida y hazañas de Arturo y sus caballeros de la mesa redonda. Gildas, en su De Excidio Britanniae, habla de la victoria que obtuvieron los bretones en el Mons Badonicus, aunque no cita a Arturo, sino a Ambrosio Aureliano. Nennio en la Historia Britonum (s.IX) dice que fue Arturo, dux bellorum, el que venció en el Mons Badonicus, además de en otras doce batallas, lo que le convierte de simple héroe local en nacional. En el siglo X, los Annales Cambriae hacen que Arturo lleve la cruz de Cristo, durante tres días y tres noches, antes de la batalla del Mons Badonicus, lo que le permite derrotar a los sajones. Arturo pasa a ser un héroe cristiano. También en los Anales se habla de la última batalla en la que Arturo participa, la de Camlan (Camelot), junto o contra Mordrant, el posterior Mordret, su hijo incestuoso. A comienzos del XII, Guillermo de Malmesbury escribe una Gesta rerum anglorum, donde afirma que Arturo protegido por la Virgen venció a 900 sajones en la ya conocida batalla del Mons Badonicus. En el siglo XII, siglo de reformas religiosas, la cruz es sustituida por la imagen de la Virgen María. Por fin, entre 1136 y 1139 Geoffrey de Monmouth será el primer escritor en dar coherencia a las leyendas artúricas en su famosa y de gran éxito Historia Regum Britanniae. Arturo ya es rey. El autor, que afirma estar escribiendo historia con su libro, recoge leyendas dispersas y con diferentes orígenes. El éxito es tal que las leyendas artúricas serán tomadas por ciertas por el propio Alfonso X cuando escriba su Grande e General Estoria, confusión entre realidad y ficción que hará enloquecer a más de un lector, como el propio Don Quijote.

El primero en mencionar el grial es Chrétien de Troyes, que escribe hacia 1160, pero ahora con conciencia de hacer literatura y no verdad histórica. En el Cuento del Grial, aparece, como ya vimos, Perceval, el grial y la lanza y el Rey Pescador. No será hasta finales del XII cuando definitivamente se cristianice la materia de Bretaña en el libro de Robert de Boron, José de Arimatea. El grial será ya el Santo Grial, un objeto litúrgico asociado a la institución de la Eucaristía en la última cena. El siglo XII, y el XIII, es un siglo de rearme moral, impulsado por las reformas benedictinas de Cluny y el Císter. Los caballeros no sólo han de combatir por sus intereses, sino que el suyo ha de ser un combate espiritual. En este tipo de novelas se pretende elevar su formación espiritual, serán caballeros de Cristo y obedientes a su rey. Así sólo podrán encontrar el Grial caballeros sin tacha, ascetas. No será el caso de Lanzarote del Lago, por su adulterio con la reina Ginebra. En la mesa redonda artúrica, a lo largo del tiempo, se sentarán entre 12 y 366 caballeros, por elección. La mesa es el símbolo de la sociedad caballeresca perfecta. En ella siempre habrá un asiento peligroso, el asiento vacío de Judas, que sólo podrá ocupar el caballero elegido, el más puro, el que ha de encontrar el Grial. El primero en intentarlo es Perceval, pero será definitivamente Galaz o Galaad el elegido, porque en el confluyen dos linajes, el de David, que le llega por su padre, Lanzarote, y el de los guardianes del grial, a través de la hija del Rey Pescador. Esto nos lo cuenta Lanzarote, gran recopilación en prosa realizada entre 1215 y 1235, algo así como la Vulgata artúrica en torno a las 2000 páginas. Este libro abandona el carácter episódico de los textos anteriores e integra en un solo ciclo a los diferentes héroes artúricos. En él se unen tres temas que hasta entonces eran independientes: el amor de Lanzarote y Ginebra, la búsqueda del Grial y la Muerte del rey Arturo. Un personaje aparte es Merlín, de curiosa genealogía, en la que intervienen el diablo y Dios, que se encarga de la infancia de Arturo y de la conversión de éste en rey cuando se apodera de la espada, excalibur, de la piedra de la que nadie la podía sacar, pero Merlín terminará por desaparecer porque era muy difícil de cristianizar.

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