ARCO no es un museo, es una feria de arte. A diferencia de aquel no vas a allí a contemplar una o unas pocas obras para sacarlas todo el jugo que puedas, vas allí para dejarte empapar por las imágenes del presente, que la sensibilidad de los artistas captan mejor que tú, o bien vas con la intención de decorar las paredes de tu casa. Puede ocurrir que pases por delante de una obra maestra y no la veas ante tal aluvión de galerías y artistas, aunque parece difícil que eso suceda porque lo extraordinario no abunda. Obviedad e ingenio son las dos palabras que asociaría yo a esta feria. Es decir, obras previsibles, repetición de formas ya vistas en el pasado, especialmente lo que se llamaba a finales del siglo XX, con una expresión ya entonces vieja, últimas tendencias, (minimalismo, pop art, cinético, arte povera, pintura matérica…) o comentario de obras de grandes autores (Juan Muñoz, Liechtenstein, Rothko, Judd). Sorprende la ausencia de performances e instalaciones, como si los artistas se hubiesen vuelto más perezosos o más cobardes o acaso estén seducidos por el tintineo del vil metal. En cambio abunda la fotografía y el video, los medios más a la moda, pero sin que aparezca esa obra que te atrape como podría ser la de un Bill Viola. Algunos confunden el arte con el ingenio, especialmente si es tecnológico, como si el arte tuviese que producir los mismos efectos que un chiste. Tal, p.e., el video de Perejaume, Cerro del Otero. En la Rioja, un largo plano sobre un cerro de monte bajo, arbustos y hierba, en el que no pasa nada, sólo algo de viento, hasta que, cerrando los títulos de crédito, surgen detrás de los arbustos un montón de gente que estaba escondida. O las proyecciones sobre muñecos antropomorfos de fibra de vidrio, no muy diferentes del Yoda de la Guerra de las Galaxias. O una silla de madera descompuesta sobre una plataforma que se va recomponiendo pieza a pieza gracias a un robot oculto bajo el asiento.
La feria por lo que cuentan ha sido un éxito de ventas, se ha vendido más que en cualquier otro año. Pero ese dato no nos informa sobre una eclosión artística, sino sobre la ávida atención que prestan los galeristas al mercado. ¿Es que no había nada interesante? Pongamos, quizá, un video que manipulaba una vieja grabación de la Callas en París para introducir un barítono que no existió; unas figuras arcillosas, de Yin Zhao Yang, que al irse descomponiendo ante el público descubren esqueletos humanos; unos muñecos hiperrealistas de Enrique Marty, sucios, peludos, desagradables, aunque herederos de Juan Muñoz; los bodegones con personas (tema repetidísimo) de Juande Jarillo; una escultura de vapor, de Chamán, sobre la que se proyectaba un hombre con sombrero; las esculturas-pinturas simbolistas de Juliào Sarmento. No sé qué más. Eché en falta el arte que se está haciendo en Internet. Seguro que se me escaparon muchas cosas, la muestra era inabarcable.
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