jueves, 18 de enero de 2007

Fernando Araújo, secuestrado por las FARC

Fernando Araújo pudo escapar el pasado 13 de septiembre aprovechando un descuido de sus captores. Durante cinco días dio vueltas en el mismo lugar, hasta que encontró a un campesino que le indico el camino hacia un destacamento militar. Había estado secuestrado seis años, un mes y un día. En un largo reportaje, ameno y respetuoso, su entrevistadora le hace recordar, con aparente serenidad, los momento más duros. El día del secuestro: "Me cogieron, di patadas, grité pidiendo auxilio..." Lo obligaron a subirse a una camioneta, lo tiraron al suelo y le pusieron una pistola y una ametralladora en la cabeza y en el pecho y le taparon los ojos”. El lugar en el que le obligaban a estarse mudo, de apenas tres metros por tres. Su primer intento de fuga y el castigo correspondiente, “permaneció siete meses amarrado de la cintura con una soga a un árbol”. O, cuando al cabo de dos años y medio, le dieron un espejo: "Me vi y me impresionó mi cara de secuestrado; estaba muy feo, barbudo". Y lo más duro, cuando se enteró que su esposa, durante el secuestro, lo había dejado por otro. “El dia que cumplí los seis años cautivo escribí sobre ella. Fue un acto de fe en el amor, a pesar de saber que me había dejado”. Frente a otros secuestrados más impresionables, Fernando Araújo no parece haber sacado nada positivo del secuestro, como no sea darse cuenta de la falta de empatía de los guerrilleros con el dolor ajeno, de la edad de sus secuestradores, entre 20 y 30, creyentes sólo en sus comandantes, o del temor a que intenten volver a cogerlo a él o a alguien de su familia.

El conflicto entre guerrillas, 'paracos' -las fuerzas paramilitares- y el Estado dura en Colombia más de 40 años. El balance es espantoso: más de 60.000 muertos y 4.000 desaparecidos, contando sólo desde 1985, según Human Rights Watch, tres millones y medio de desplazados que han abandonado sus hogares para escapar de extorsiones, chantajes, secuestros y asesinatos, más de 11.000 niños soldado —una de las cifras más altas del mundo—combatiendo en uno u otro bando.

Los guerrilleros, que quieren hacer justicia en un país donde el reparto de la riqueza es muy desigual, sobreviven gracias al narcotráfico, las extorsiones, los secuestros o la 'pesca milagrosa': el 'abordaje' de coches en carreteras solitarias. Es instructivo visitar esta página.

Sorprende la fascinación de cierta izquierda por esa guerrilla justiciera, ya sea la de Chiapas, ya la colombiana, como sorprende la fascinación que mantienen por los machotes sudamericanos, que en los últimos años se están haciendo con el poder en algunos países sudamericanos, ese trasunto de los espadones progresistas que en XIX gobernaron el estado liberal a golpes de pronunciamiento.

Notas al pie.
1. Dice Patxo Unzueta que un experto invitado por Elkarri, tras una gira por Euzkadi, concluyó que el vasco es “el conflicto más difícil de resolver que he visto, porque no hay conflicto”.

2. Carod propone un “gran acuerdo nacional” para el uso social del catalán, pero topa con la dura realidad de los dos idiomas de la calle. Cómo enfrentarse a ella. Veamos, “el catalán es la lengua propia del Cataluña”. Bien, ¿y el castellano? “El castellano da un elemento estructural de la realidad de esta comunidad”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Después de leída esta entrada de blog, lo que me gustaría comentar es que por más que lo intento no consigo encontrar razones para empatizar con las FARC... ni con ninguna organización que para conseguir sus fines lo haga por el camino de la violencia.
Después de un secuestro, de sufrir tantas vejaciones, ¿cómo una persona puede seguir sonriendo? ¿cómo puede un animal de tu misma especie atarte a un árbol durante 7 meses?... ¡claro! No me pongo en la piel de los torturares ni de los asesinos pues yo sólo podría ser víctima... sin pretensiones de ser verdugo cuando crezca.