Denis Johnson en Sueños
de trenes, imaginó un Job moderno y real. Robert (Joel Edgerton) al poco de
nacer se quedó sin padres y sin familia. Creció en medio de la naturaleza. De
adulto, trabaja talando árboles para el naciente ferrocarril, viviendo en el
bosque. De vez en cuando hay accidentes, un árbol que cae donde no se le espera,
la policía que busca a inmigrantes ilegales, una venganza. Sus amistades le
duran poco, porque el trabajo es estacional o porque mueren perseguidos o por
accidente (el personaje de William H. Macy). El destino pone a prueba a Robert
continuamente, como a Job
Sin embargo, un día
en la ciudad, que apenas visita, una mujer se le acerca - piensa que quizás sea
el proceder típico de las mujeres, pues no tiene experiencia al respecto. Así
es como forma una familia con Gladys (Felicity Jones). Construyen una casa de
madera junto a un río en medio del bosque, y tienen a una hija, Kate. Robert
las ve cuando acaba la temporada, antes de volver otra vez a la tala, al hacha
y la sierra.
Se habla poco en la
película, algunas frases con los compañeros en los descansos (“El mundo siempre
necesita renovación”, dice uno de ellos), impregnados de naturaleza. Las
caricias, el tacto con Gladys y Kate, la mano en la mejilla, los dedos en la
espalda. El rumor del viento, el aviso casi invisible de los animales. El
estallido del fuego.
Porque el fuego, el
bosque ardiendo, le trae a Robert la mayor de las desgracias. Hasta entonces lo
que había visto y oído, lo que le ocurría, lo daba como obra del destino. Ahora
el dolor es inaceptable. Tras la muerte de Gladys y Kate vivirá una vida sin
vida, un duelo sin fin, donde la crudeza del bosque y el clima se envuelve en
una atmósfera onírica.
El marco es la expansión
americana hacia el oeste, en su último periodo, los primeros años del siglo XX.
La película acaba en 1968, con Robert viendo el reflejo, en una pequeña
pantalla, del Apolo 8 orbitando la Luna. La película de Clint Bentley es
lírica, nada discursiva. La música casi imperceptible, los actores contenidos,
hasta la pantalla se comprime en un formato clásico (el cuadrado de 3:2, como
las fotografías antiguas). Ahora sin ruido ha llegado a Netflix. Una película
mejor que cualquiera de las que tanto se publicitan.

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