Mientras dejo pasar las horas para que el autobús que espero me devuelva a casa, contemplando a lo lejos las torres de la catedral y la Ciudad de la Cultura que Eiseman diseñó para Fraga, como su gran pirámide en el recuerdo, reflexiono sobre la magia del Camino.
Si uno lee sobre los cientos de santuarios, lugares sagrados y señales a lo largo del camino, pronto aparecen curaciones milagrosas, rescates de peregrinos caídos, salvaciones en el último segundo, ese tipo de historias mágicas que han sustentado la imaginación del hombre antes de que apareciese Netflix.
Ayer mismo, justo antes de cerrar los ojos, en él último albergue que justamente se llama el Albergue del Final del Camino, un peregrino contaba una de esas historias. Le escuchábamos un grupito con los oídos bemoles y los ojos chiribitas En los días anteriores había coincidido, al acabar la jornada, contaba, con un grupo de distintas nacionalidades, aunque dominada por latinos, que comían, bebían y charlaban, lo propio al caer de la tarde en los días de peregrinaje. Entre todos, había un chino de Taiwán, que no decía ni papa, ni en español, ni en inglés, solo acompañaba con sonrisas.
Resultó que ese día, el día del cuento, nuestro juglar peregrino volvió a coincidir con el grupo en el albergue. Al cabo, se sorprendió de que entre ellos no estuviese el chino. Pregunto por él. Le dijeron que cada cual hacía su camino, que no era un grupo formal y que se habían ido juntando sobre la marcha. Nuestro peregrino les afeó que no se preocupasen por un hombre tan perdido, pues era evidente que sin conocimiento de lenguas no iba a saber cómo orientarse.
Le pidió al que consideraba algo así como cabecilla del grupo que llamase a la Guardia Civil para ponerles sobre aviso. Allí mismo, delante de él, el cabecilla llamó. Le preguntaron que, en los días anteriores, cuándo solía el chino aparecer por el albergue. Hacia las cinco y media de la tarde les dijo. "Pues entonces no empezaremos a poner en marcha el dispositivo de búsqueda hasta esa hora".
Mientras tanto, los hospitalarios, que estaban al cabo del asunto, se comunicaron entre ellos por los distintos albergues de la región. Al final dieron con él. Estaba en un bosque, tirado bajo un árbol con el pie roto. Ahora está en un hospital. Nuestro peregrino afeó al cabecilla la despreocupación por otro peregrino cuando se considera que el Camino de Santiago antes que cualquier otra cosa es el camino de la fraternidad. Esta coletilla moral la puso el propio peregrino juglar para confirmar su papel estelar en el rescate del chino. Y así se acaba esta jornada hasta el próximo camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario