El fútbol es emoción pura, como tantas otras cosas que no requieren más que la mera disposición. Si se le añade algo más, ya sea tiempo o discurso, se lo falsea, se desvirtúa su actividad como se desvirtúa la vida entregada al instante cuando se buscan raíces en el pasado o promesas futuras. El fútbol como espectáculo se acaba con el pitido final del árbitro, quizá pueda prolongarse hasta el pasillo que los vencidos forman para honrar a los vencedores, o hasta los abrazos de unos y otros o hasta la entrega de medallas o de la copa, pero ni un segundo más. La emoción busca excitaciones en el buen juego y en los goles. La disputa entre selecciones nacionales es un combate simbólico entre los ejércitos desarmados de las naciones. Hemos acordado que las carnicerías en las guerras son inútiles e inhumanas (La siguen practicando las tiranías a lo Putin y los Estados tribales). El fútbol es un rasgo de civilización.
La prolongación fuera del campo, y del tiempo tasado de la competición, en los media y en las celebraciones en el centro de las ciudades son intentos de aprovechamiento político. Durante la competición, los futbolistas hablaban con los pies - por cierto, tan bien que alentaron la emoción como pocas veces antes- pero hubo un intento descarado por solapar un discurso al juego, apoyado en el color de la piel, la procedencia y los gestos de los jugadores, ajenos a él. Tras las victorias, otro discurso de signo antagónico ordenaba la emoción, los gestos y las palabras inarticuladas de los futbolistas para significar lo contrario. La polarización de este tiempo no cesa. Se ha visto a una exministra valorar los goles en función del color de la piel de los goleadores y a un alcalde negar territorialidad a jugadores nacidos en su comunidad. Para unos la selección era el emblema de la multiculturalidad, para otros de unidad nacional.
Imponer un discurso paralelo al juego y a la emoción del instante y prolongar los fastos conduciendo a las masas repugna a la razón. Sería exagerado llamar fascismo a todo eso, pero es así como se entrampa a las mentes y se las encadena.
Cuando la emoción alcance el grado cero volverá la cordura y la condición de posibilidad para ejercer de hombres libres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario