viernes, 15 de marzo de 2024

Nos vemos en otra vida

 



Parafraseando a Vargas Llosa es pertinente la pregunta de cuándo se jodió España, entendiendo como tal la quiebra de la conversación entre ciudadanos que quieren que los asuntos públicos se resuelvan de modo pacífico alcanzando acuerdos. Muchos estarán de acuerdo en poner una fecha, el 11 de marzo de 2004. A partir de ahí la conversación se bifurcó en dos mitades irreconciliables. El grave suceso de los 192 muertos por terrorismo en los trenes de cercanías de Madrid no sirvió a la ciudadanía para hacer un acto de unidad y afirmación de la democracia sino para dividirlos señalando como culpables de lo sucedido no a quienes organizaron y ejecutaron los actos sino a los adversarios políticos. Desde entonces la sociedad española se ha polarizado, porque en la polarización encuentran los adversarios la fuente te su legitimidad política, lo que nos ha llevado, independientemente de la voluntad de los terroristas, además de al envilecimiento de la vida pública, a la irrelevancia como país, al empobrecimiento relativo y a estar fuera de los lugares donde se decide el futuro, El último grave episodio es la ley de amnistía.


En algún momento las aguas volverán a su cauce. Para ello habrá que mirar el 11 de marzo del modo más objetivo posible. Nos vemos en otra vida es una serie en seis breves capítulos (Disney) que pone el foco en una de las ramas de lo que sucedió aquel día. Los protagonistas son un par de rateros asturianos -no sé si es la palabra- que trafican con drogas y que de pronto se les ofrece la posibilidad de hacer algo más grande: robar dinamita de una mina y vendérsela a unos 'moros' que se interesan por ella desde Madrid. Se reconstruye la vida familiar de un chaval de 16 años que entra en contacto con un hombre del hampa de Avilés que le ofrece oportunidades: amistad droga dinero. Los nombres nos resultan familiares por haberlos oído cuando se abrió el proceso: Emilio Suárez Trashorras, el que movía los hilos de aquel grupo de pequeños delincuentes, y Gabriel Montoya Vidal, el "Baby", el chaval. Este es el hilo que conduce la serie desde una familia desestructurada hasta los testimonios de los supervivientes de los atentados. Por el medio, el trapicheo y los contactos con los 'moros'.


Todos son elogios para los hermanos Sánchez Cabezudo que son los que han ideado y realizado la serie. Se los merecen. El guion se basa en la entrevista y el libro que Manuel Jabois hizo sobre el tema. Está bien interpretada, combinando actores profesionales y no profesionales, alternando escenas asturianas con testimonios judiciales. La he seguido con gran interés y a la espera de que otros retomen esta historia hasta completar el puzzle de aquellos días, antes y después de los atentados. Sucedieron cosas increíbles aquellos días y apartar la niebla para hacer luz es una obligación que tienen los que se dedican a esto: historiadores periodistas cineastas. De su mirada limpia depende que reencontremos la senda de la amistad entre españoles.



"Lo que es indiscutible es que hemos tomado el camino a la ignominia. No hace falta más que levantar la mirada: veinte años después, los principales partidos (y los otros) han sido incapaces de arropar juntos a las víctimas del terrible atentado yihadista del 11 de marzo de 2004".




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