miércoles, 14 de febrero de 2024

19. Puerto Montt



 A esta hora del atardecer, desde este lugar, la sala de espera del aeropuerto de Puerto Montt, veo el icono de la región de Los Lagos, el volcán Osorno, iluminado al oeste y avanzando las sombras en su cara sur. Su cima es un cono irregular blanco. A su derecha con mucha menos nieve el Calbuco. Esperamos al avión que nos lleve a Santiago para pasar nuestra última jornada antes de volver a España. Esta ha sido una jornada calurosa con incendios en un bosque de esta región y una ola de calor en los alrededores de la capital.




La gente que puede abandona Santiago, comenta el padre de una niña de 10 años que quería fotografiarse con españoles a los que ha identificado por el habla. La familia, el padre, la madre y la niña tiene ganas de pegar la hebra. Quieren saber pero también explicarse. Reconocen que muy pocos en Chile pueden hacer vacaciones y menos acercarse a estas localidades turísticas como Puertao Montt y Puerto Varas por sus precios prohibitivos. Han subido mucho después de la pandemia, dice. Se alojan en un pueblo ribereño del lago Llanquihue; han venido a pasar la jornada a Puerto Montt que, dicen, cada vez les gusta menos.




Dedicamos el día a recorrer el paseo marítimo antes de visitar con calma el mercado recomendado de Angelmó. Nos detenemos en los puestos de 'queso del campo', probamos y al final compramos. Las chicas se detienen en los puestecitos de piedras y colgantes, entre ellas, el lapislázuli, que según los vendedores es la piedra de Chile. A cada paso nos asaltan los maître de los restaurantes del final del mercado, que coexisten con los puestos de venta de pescado fresco recién capturado. Nos ofrecen de aperitivo pisco sour, ceviche y panecillos calientes. Sabiendo que somos españoles, los vendedores nos ofrecen probar erizo de mar con limón y picoloco, un molusco con una gran concha que esconde dentro exquisito manjar realmente delicioso. Por todos lados, incluido un hombre con trazas de pescador de película, que nos llama desde su puesto, nos recomiendan que comamos locomayo que sería el manjar propio de esta zona al que el hombre compara con la paella española y la pasta italiana como gastronomía propia. Al final escogemos un restaurante con vistas al brazo de mar desde donde salen las barcazas que lo recorren. Justo debajo de nuestra ventana juguetean dos lobos de mar. Solo Manuela escoge el locomayo y no queda satisfecha. Los demás, por indicación del camarero, escogemos salmón, que según él es insuperable. No lo era tanto.




Puerto Montt, donde hemos dormido tres noches, fue poblada por alemanes desde mediados del XIX. Es la ciudad comercial y pesquera del sur de Chile.


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