domingo, 4 de febrero de 2024

09. Patagonia Argentina. El Chaitén

 


Parados en la frontera para pasar a Argentina. Demasiado previsores hemos venido con un tres cuartos de adelanto. Estamos en la región de Santa Cruz, en la Patagonia argentina, la región donde surgieron los Kitchner. Paisaje árido de cerros que envuelven la llanura por la que rodamos, matojos rastreros sin árboles, arenisca y roca desmenuzada, colores ocres con elementos ferruginosos, y sin embargo, en el pasado alguien valló todo estos terrenos para decir que eran suyos. Debió haber en el pasado grandes vacadas, ya no. Se ve muy de vez en cuando un cerco de árboles, unas casas, casi un soto; ahí hay una hacienda. Pregunto si estarán los dueños; Raúl me contesta que solo trabajadores, los hacendados están en ciudad. Guanacos sueltos, otros en rebaño, muchos guanacos, algún ñandú, conejos y ratones del desierto. Pocos animales, pocas aves. La población de guanacos ha crecido tanto que en los últimos años se ha invertido la relación con las ovejas, había 5 millones de ovejas y tres de guanacos, ahora es al revés. El viaje interminable ha sido amenizado por la conversación con Raúl.




Nos esperaban 650 km para llegar a El Chaltén, pero el viaje ha sido mucho más que eso. Un viaje de 10 horas se convirtió en uno de 19. Pocos viajes tan accidentados como este. El día anterior habíamos esperado en medio de un risco polvoriento para cambiar una correa por otra de repuesto con ayuda de gente del grupo, pues mecánico no había. Hoy, saliendo de Chile Chico, hemos parado en una bombería (gasolinera) de Perito Moreno - ciudad- para que pusiesen una correa nueva -no gastada- y recauchutasen una rueda. ¿Cuánto hemos estado parados, dos horas? Hemos paseado por el lugar que lleva el mismo nombre del famoso glaciar; otro más con hechuras de poblado del oeste. Por cierto, no he comido cerezas más dulces que las compradas aquí, en Perito Moreno. Confiados, hemos reiniciado la marcha por otros 350 km hasta El Chaltén; han sido más porque ha habido que hacer un largo desvío para hacerlo por asfalto y no por el duro rodar por pistas de ripio. 




Cerca de otro poblado semidesértico, la rueda recauchutada ha reventado. El poblado era Gobernador Gregores. Durante la espera hemos comido algo. Una hamburguesa grande acompañada de una cerveza local. Una parada de hora y media, más o menos, para reparar la avería. Tengo que felicitar a mis compañeros por lo pacientes son. Reanudamos. Llegaremos a El Saltén hacia la 1'30 de la madrugada, nos aseguran. No ha sido así. Dejando el asfalto y volviendo al ripio, en el coche saltan las alarmas, hemos perdido la tuerca que sujeta la correa del ventilador. Otra larga parada. En el bus suenan risas histéricas. Algunos con la luz de la linterna del móvil salen a buscar la pieza en medio de la noche sin estrellas. Llovizna, hace frío. Dos o tres habilidosos sujetan la correa con unas cinchas en plan Pepe Gotera y Otilio. Seguimos otro poco más, y a los 10 km hemos de parar de nuevo porque la chapuza no ha funcionado del todo; las risas histéricas vuelven a estallar, se recrudecen; las cinchas montañeras que Carlos lleva en su mochila nos sacan del apuro.  




Rebobinando, es así como yo imaginaba la Patagonia, la descrita por escritores viajeros y los propios argentinos, nada que ver con la que he visto estos días en la parte chilena. Grandes extensiones, carreteras interminables, asfalto en no muy buenas condiciones, algo de lluvia, algo de viento, la noche que cae y sin refugio donde pasarla. Es lo que temimos, pero el apaño montañero aguantó. De algún modo la avería nos ayudó a entender lo que puede ser la vida en la Patagonia. Llegamos al hotel a las 3. Día perdido y no encontrado.


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