martes, 6 de febrero de 2024

10. De El Chaltén a El Calafate. El Fitz Roy

 


Tras la aventura de ayer hemos dejado que el despertador sonase más tarde de lo habitual. Desayuno a las 9 y salida hacia el Fitz Roy a las 10. Caminamos cuesta arriba por un sendero fácil, hasta el lago Capri. La vista de los glaciares compensa la paliza que ayer nos dimos para llegar hasta aquí, no tanto los riesgos asumidos por las continuas averías del bus. Cuando después le pregunté a Jorge, el conductor, si ya estaba definitivamente reparado me dirá que la cinta que mueve el ventilador está bien fija con el apaño de alambre que le ha puesto, que aguantará hasta El Calafate y más allá, hasta Punta Arenas. 






La ruta de ascenso está concurrida. Mochileros familias campistas. Una chica joven lleva una gran caja a la espalda cargada con suministros para un campamento de jóvenes. Debería esmerarme en describir las bellezas del lugar, pero estoy tan cansado que las letras no fluyen en la pantalla. Los indígenas, tehuelches, le dieron el nombre de montaña que humea -el chaltén-, al glaciar que hoy día todo el mundo conoce como Fitz Roy. Pensaban que era un volcán que humeaba, tomaron las nubes de las cumbres por fumarolas. El hermoso lago Capri, el punto hasta donde llegamos, está concurrido por jóvenes, algunos de ellos con la tienda de campaña extendida en los márgenes del lago.



A la salida del parque nos llega el olor del bife de chorizo que nos vamos a comer en el Rancho Grande. Jugosa y tierna, ciertamente, ¿acaso no dicen que la carne argentina es la más exquisita del mundo?




Antes de llegar a El Chaltén paramos en un lugar mítico. Hasta aquí llego el perito - agrimensor- Francisco Moreno qué dio nombre a muchos de los lugares que visitamos. Aunque la gente presta mucha más atención a otros dos ilustres visitantes. En medio de sus correrías asaltabancos por la geografía Argentina, Billy el niño y Butch Casiddy también llegaron hasta este punto de la ruta 40 o Panamericana. El interior del local se viste de paneles y fotografías que contribuyen a mitificar la reciente historia de Argentina. Dentro unos cuantos personajes que parecen sacados de una película del Oeste juegan a ensartar en un clavo curvado una arandela que lanzan atada a una larga cuerda. Hablan francés, no sé si canadiense.




Por las calles de El Chaltén vagabundean los mochileros listos para subir al Fitz Roy y a los glaciares vecinos. Nos despedimos de la ciudad dejando atrás el Cerro Torre cubierto por otro gran glaciar. Lo vemos ahora despejado cuando toda la mañana estaba cubierto de nubes. Desde el bus vemos una de las torres del Paine. El paisaje por el que circulamos sigue siendo el de la imaginada Patagonia Argentina, llanura, matojos, sequedal, aliviada la aridez por los dos grandes lagos que unen El Chaltén y Calafate: el Viedma y el lago Argentino. De vez en cuando algún choique, el avestruz patagónico. 




Apenas vemos El Calafate al llegar. El sol cae detrás de una nube oscura. El hotel nuevo en el que nos alojamos está muy lejos del núcleo urbano. Le pregunto a la chica de recepción por qué los enchufes son del tipo americano, a la contra del resto de Argentina. Porque nuestros turistas son americanos del norte, me dice.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tony, “americananos”…??

Toni Santillán dijo...

Ójala fuesen más nanos