domingo, 27 de agosto de 2023

A garrotazos

 


Dos perspectivas sobre el asunto de estos días. Resulta llamativo que Rubiales no viese lo que se le venía encima. Que no estuviese al tanto de la revolución en los usos y costumbres en relación al trato entre hombres y mujeres que la segunda revolución feminista ha impuesto. El aislamiento en la torre de indiferencia y soberbia que permite el poder absoluto aunque sea en un ambiente chiquito como la cosa del fútbol puede permitir explicar su conducta. Debería ser suficiente que alguien de su entorno le hiciese comprender que ha sobrepasado los límites y que le toca dimitir en un gesto de dignidad. Por sí mismo, el endiosado dirigente, es incapaz de comprender.


La segunda perspectiva me parece mucho más grave y es la que merece un debate. En la historia pública de este personaje ha habido momentos y asuntos en los que el reproche moral y político era más urgente y necesario: corrupción, nepotismo, prevaricación, uso del dinero público para asuntos personales, por los que debería haber sido denunciado, encausado, condenado y dado al olvido. Seguramente para quien tiene más poder que él no convenía hacerlo, tendría sus razones. Hasta ahora le era útil.


Si hubiese compañías teatrales de rápida intervención como en los años 70 y 80 del siglo pasado, el asunto debería convertirse en tema de sainete o, mejor, de la comedia del arte, los personajes convertidos en monigotes: el Calvo echándose al hombro a una chica vestida de rojo y azul convertida en niña, encimándose sobre la Jenni, dándole el pico y esta sonriendo, luego, cuando el cielo se oscureció, a garrotazos con ella y, siguiéndole, el Vilda y el Delafuente con más garrotazos entre aplausos de la concurrencia, y más tarde, cuando la bola de hizo muy grande, la Yoli, el periodista y el locutor y el conjunto de chicas a garrotazos contra el Calvo, y ya al final, cuando cada maniobra se convertía en burla con muchas risas, el Vilda y el Delafuente cambiando de bando, excusándose, señalando a su jefe, el Calvo, muy a destiempo. Y en último lugar, la inocente doncella tomando conciencia de su sobrevenida humillación descargando los golpes más fuertes.



Claro que podríamos sustituir el sainete por el drama estilo las Brujas de Salem. Un individuo señalado por la sociedad entera (España entera: véase la portada del periódico de hoy), convertido en cabeza de turco para satisfacer los intereses espurios de la propaganda política. Una caza de brujas en toda regla. Pocas veces en un plazo tan breve se ha creado una atmósfera tan densa, tan irrespirable, para que toda la sociedad absorba el aire sucio que expele quien tiene el poder. Una presión que ha hecho cambiar de conducta a los personajes del drama y que del primer locutor al último espectador una corriente que señala y denuncia haga que la sociedad entera sienta y se pronuncie en la misma dirección, a garrotazos contra el chivo. Recuerda ominosos episodios del pasado: la Inquisición y la caza de brujas, las campañas propagandísticas del fascismo, la delación en el régimen estalinista, el macartismo.


No hay comentarios: