De Aurangabad regresamos a Mumbai para volar a Hubli y de allí seguir en bus hacia Hampi, en el sur, en el Estado de Karnataka. Veo desde el aire el mar de chabolas en el centro mismo de la ciudad, difíciles de ver desde tierra. Día para apreciar las costumbres y organización India, la vida de los aeropuertos, donde pasamos horas: los productos tan caros como en los de Europa; limpios, modernos, aburridos. El paisaje interior desde el aire: montañas bajas sin apenas bosque, aunque al final del viaje se verá uno muy extenso del que no se pueden distinguir las especies arbóreas, muchos ríos y embalses y algún gran lago, que sigue la geografía de apariencia irregular de los fractales.
Humbli, la primera ciudad del Estado de Karnataka, ya por carretera. La fisonomía de la gente parece diferente -entre mil cuatrocientos millones de habitantes, distribuidos en grandes estados, debe de haber diferencias-, perfiles marcados de rasgos finos, piel más atezada, también los sari de las mujeres algo menos vivos, más planos. Se agrupan en las paradas de autobús a esta hora en que la luz es más matizada, para volver a casa. Cartelería insistente sobre un festival de la juventud que se está celebrando ahora, con el primer ministro de la India, Modi, representado como el mismo sol. Modi el nacionalistas hindú que prometió conservar las viejas costumbres y reavivar el hinduismo para ganar las elecciones. Se ven más templos hindúes y más impresionantes, no se atisban sin embargo mezquitas, tampoco mujeres vestidas de negro
Todo eso cambia al llegar a Hampi, al dar un paseo por los alrededores del hotel se ve de nuevo la convivencia más o menos aceptada de ambas religiones. Una calle relativamente amplia está adornada con colores y simbología hindú; en otra, perpendicular, con colores verdes, al fondo de la cual asoma un minarete, la gente viste de otro modo, las mujeres tapadas y de negro. Alguien se acerca, nos hace gestos de que no, de que no entremos de que no vayamos por ahí. Una nube de chiquillos nos persigue, nos pregunta de dónde somos. Una niña se acerca y me da un caramelo.
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