miércoles, 31 de marzo de 2021

Una fina capa de tristeza

 



Todo el mundo recuerda la expectación que supieron crear para el evento mundial en el que Steve Jobs presentaría un nuevo objeto electrónico, allá por el 2007. En la imaginación de la gente prendió la idea de que había que obtenerlo. Desde entonces varias veces al año hay eventos semejantes en cascada de las distintas compañías tecnológicas. El efecto mágico que provocó Apple se mantiene como eco, aquel impacto en la tersa superficie del lago ha ido expandiendo la ola abarcando a más fenómenos tecnológicos a más gente pero reduciendo su intensidad. No hace mucho eran las revistas de coches o las páginas especializadas de los periódicos las que daban cuenta de los brillantes avances de la automoción. Quienes querían estar a la última y tenían dinero o se endeudaban acudían al quiosco. Ahora son los canales de Youtube los que cubren las expectativas. Expectativa objeto dorado deseo obtención. Qué obtenía el hombre que compraba el último modelo de Ford o de BMW. Qué obtiene ahora el joven que ansía y obtiene el último cacharro smart. De los hermanos Wright a Charles Lindbergh, de Steve Jobs al CEO de Xiaomi, de ahí a las infinitas arenas de las playas. El avión era tan caro que terminó por democratizarse en forma de líneas aéreas (democracia/masificación), el coche durante un tiempo mantuvo su estatus, el teléfono móvil ha resultado ser un objeto banal al alcance de cualquiera. No hay una distancia significativa entre un Apple y un Xiaomi. Qué obtiene el deseo cuando le llega a casa el último trasto tecnológico. En Youtube hay montones de vídeos que lo muestran, unboxing llaman a desempaquetar la cuidada caja de cartón reluciente en la que está envuelto el objeto de las expectativas. Trasteando en lo nuevo no hay apreciables diferencias con respecto a lo viejo.


Por el contrario la irradiación de la imaginación se vuelve implosiva, al tornarse material su campo es cada vez menor. Obtiene objetos. Es natural que si la mirada ha abandonado la geografía para refugiarse en las pantallas, que si el oído solo presta atención a lo electrónico, sin posibilidad de réplica, el horizonte del deseo se haya reducido a pequeños objetos materiales. Para aplacar el deseo lo hemos reducido hasta miniaturizarlo. Obtenemos lo que deseamos pero los objetos de nuestro deseo son tan pequeños, tan al alcance, que la imaginación se degrada como volutas en el aire. Proceso inverso: materialidad del objeto deseado, degradación de la imaginación.


Para qué queremos todo eso. Miradas al vacío, escucha sin réplica, objetos objetos objetos. Mira a tu alrededor esa tristeza, una tristeza sin lágrimas que se va asentando como la fina capa que dará cuenta, en el último estrato, de nuestra civilización.


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