miércoles, 10 de febrero de 2021

Small Axe

 



La tercera película de la serie de Small Axe: Rojo, blanco y azul, es la más disfrutable aunque el fondo que trata Steve McQueen sea el mismo, el racismo. Es más creíble, menos panfletaria, no sé si esa es la palabra. Un padre que sufre humillaciones y un hijo que quiere enfrentarse al racismo desde dentro de la policía, dejando apartada su carrera de científico. Vemos su peripecia, la disputa con el padre que no es capaz de escapar al sentimiento de humillación, la academia de policía, el patrulleo y la misión casi imposible de enmendar el mal comportamiento de sus compañeros. Es una historia que nos interesa porque está bien contada, creíble. Como está contada con la forma tradicional de hacer cine nos identificamos con el protagonista y estamos dispuestos a seguirle con desesperanza.


Alex Wheatle, la cuarta peli que McQueen dedica a exaltar lo caribeño en Londres (o Brixton) es demasiado hagiográfica para que resulte de interés general. El protagonista es un escritor de fama en GB, incluido titulo de sir. Su infancia fue jodida, abandonado por sus padres, educado en centros de acogida. McQueen transmite la idea de comunidad, tanto en esta como en las demás películas de la serie. La comunidad caribeña, o rasta en este caso, salva, resguarda de los embates racistas. El protagonista implicado en el conflicto racial de Brixton, en 1981, es encarcelado. En la cárcel ve el modo de encauzar su vida, la lectura y la escritura. En Alex Wheatle había una historia pero McQueen solo la ha bosquejado.


En Small Axe: Education el tema es la mala educación. Niños con dificultades a los que se desatiende porque no se les presta la debida atención. Los padres, de clase baja, están tan absorbidos por el trabajo y la necesidad de sacar a la familia adelante que no pueden o no saben detectar las necesidades de sus hijos. Los maestros no tienen las habilidades precisas, o están estresados para poner orden en el ecosistema de sus aulas. La escuela porque carece de especialistas. La sociedad porque tiene otras prioridades. O quizá, dice con rotundidad Steve McQueen, por la desatención perversa hacia los desfavorecidos. ¿A quién le interesa que un niño negro prospere? Aunque, si quitamos al niño antillano de la peli y ponemos en su lugar a un blanquito castellano de los años negros del franquismo estaríamos en las mismas. McQueen dibuja el contexto, el protagonista, su impotencia y la buena fe de algunos pocos voluntarios por resolver casos particulares. ¿Racismo? ¿Clasismo? ¿Incompetencia?


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Un país demente



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