sábado, 24 de octubre de 2020

Enfermedad del lenguaje

 


Un hilo invisible recorre hoy el periódico, un hilo negro que más que coser señala los puntos por donde el tejido de esta época se está pudriendo.


En Babelia el escritor venezolano Juan Carlos ndez Guédez dice que el chavismo irrumpió en la escena política como enfermedad del lenguaje, que varios escritores anunciaron la desgracia tomando las señales que mostraba el habla. Y Alfonso Armada en un artículo en el mismo periódico: "No sé qué mundo estamos deshaciendo, pero sí que la experiencia del silencio entre los libros y la mente es una arcilla íntima que permite que el cerebro tienda una gramática y una sintaxis de luces en un bosque, asocie un sentido de la existencia".


Méndez nos muestra la desgracia en el ruido de la política de la dictadura populista que se apoderó de las palabras para pervertirlas, Armada el ocultamiento de los muertos. Si traicionamos la realidad mintiéndola, llenándola de ruido, escondiendo las imágenes de los inmigrantes naufragados, los ataúdes del coronavirus, el llanto de los deudos, diciendo que los muertos son la mitad de los que son, pagaremos un precio: los miserables pensarán que otro mundo no es posible, los vivos creerán que la cosa no va con ellos, si no se explica quiénes fueron o son Miguel Ángel Blanco y Ortega Lara los electores pensaran que Bildu es un partido como los demás.


De la desatención u opacamiento del ser humano que sufre o muere ante la mirada indiferente trata la cita de Iris Murdoch que Daniel Gascón trae en otra página:


"Debemos apartar la atención de la consoladora necesidad del sueño del romanticismo, del símbolo seco, del individuo fraudulento, del todo falso, y dirigirla hacia la persona humana real e impenetrable. Que esa persona es sustancial, impenetrable, individual, indefinible y valiosa es el principio fundamental del liberalismo".



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