martes, 13 de octubre de 2020

Ciudad de pobres, ciudad sin viejos

 

Barcelona se está convirtiendo en la ciudad de la pobreza. A la hora en que paseo, 20,30, ya de noche, hay gente tendida en portales, en rincones, en cajeros, cada uno en un hueco preparado con mantas y colchones. Nunca había visto tantos. La ciudad de Ada Colau, está pasando rápidamente del turismo low cost al espectáculo de la pobreza.


Subo en un cercanías en dirección a Sans desde el centro. El tren va bastante lleno. Busco asiento sin compañía. En Plaza de Cataluña un par de jóvenes se sientan al lado. Me molesta, hay más sitios libres, pero es lo que hay. Poco después, de un compartimento de cuatro plazas sale disparada una mujer de edad mediana. La gente se mira buscando complicidad en el reproche. Rehúyo miradas. Enseguida entiendo lo que ha pasado, en frente y al lado de ella se acababan de sentar dos jóvenes negros. ¿Era eso? Miro con más atención. Voy comprendiendo mejor. Los dos jóvenes llevan mascarilla, sí, pero ambos de la barbilla para abajo. Hablan despreocupados, ni se han dado cuenta de la estampida de la mujer.


Luego de Sans a Castelldefels redoblo la atención. Por más que me esfuerzo no veo gente mayor de 40 años, debo ser el único y el tren va casi lleno. Todos son jóvenes. En general, llevan la mascarilla correctamente, pero hay varios que no: se la ponen por debajo de la nariz o por debajo de la boca. Luego, indago. Parece que se está convirtiendo en costumbre: los mayores se confinan, no viajan, al menos en transporte público. Conozco gente que trabaja en encuestas telefónicas, me lo confirman los viejos no salen de casa.


Al bajar, en Castelldefels, una cincuentona baja conmigo. En las mesas del paseo de las terrazas, a medias concurrido, salvo una mesa de cuarentones, todos son jóvenes sin mascarilla. ¿Se han apoderado los jóvenes de la calle?, ¿están expulsando a los viejos?



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