miércoles, 18 de diciembre de 2019

Retrato de Michel Houellebecq



La literatura nos deja Obras duraderas, leídas en cualquier tiempo porque adquieren la condición de clásicas, y también nos deja escritores. Hay obras superiores a sus autores y hay autores superiores a su obra. Houellebecq es el escritor de este momento, otea el horizonte y lo cuenta. Es la antena que vibra y nos avisa. Es posible que sus novelas no sean redondas, que ninguna de ellas adquiera el estatus de Obra, pero es un escritor que al contarnos lo que ve o avizora nos alerta y ayuda a percibir mejor la balsa en la que zozobramos. Philippe Lançon, en el colgajo, ha sabido verlo.

Nunca había coincidido con Michel Houellebecq, el hombre que el 7 de enero había sido nuestro último tema de conversación. Nos dimos la mano. Parecía devastado, mineral y compasivo. Su sonrisa lindaba con la mueca. Dondequiera que estuviera terminaba enquistándose, con ese rostro de edad y sexo indeterminados, con ese aspecto de fetiche chamuscado. Pensé que cualquier hombre que cargara con la desesperación del mundo con semejante eficacia tenía por fuerza que viajar en el tiempo hasta terminar en la piel de un dinosaurio. Era el animal que entonces tenía delante, y mientras murmurábamos cuatro palabras incomprensibles sobre el atentado y los muertos, me miró de hito en hito y me dijo este versículo de Mateo: «Y los violentos lo arrebatan.» Me marché unos minutos después”.

1 comentario:

hoeman dijo...

Para mí es un genio, su Las partículas elementales perfectamente podría ser considerada una de las grandes obras del siglo XX.