Pasa
por ser una de las pelis del año. ¿Superior a El
irlandés?
También la mafia es su tema, pero así como Scorsese quiere que
sobre el fondo mafioso de la historia haya otro tema más poderoso,
la amistad y lealtad entre hombres, quizá el amor, Marco Bellocchio
se ciñe a la mafia, a una de sus figuras, il
pentito,
el traidor. Es casi inevitable en este tipo de películas tomar
partido, identificarse con alguno de sus personajes. Si es bueno
tanto mejor, pero si es un malvado deseamos que mate cuantos más
mejor, porque sabemos que los crímenes del cine no son reales.
Parapetados en la oscuridad del cine o en la media luz de nuestro
salón, cuando los vecinos duermen o hacen lo mismo que nosotros,
damos rienda suelta a nuestras fantasías y resentimientos, nos
redimimos de nuestra mediocridad. Pero
así como el espectador suspende en la sala oscura su barómetro
moral, el autor de un film no puede hacerlo, al menos lo tiene que
disimular de forma creíble.
El
prota de Il
traditore
es un hombre maduro, elegante, guapo, mujeriego, las tiene todas
consigo para ser atractivo y encandilar
al espectador. Y además traiciona a los suyos hasta el punto de
salvar al Estado italiano llevando a la cárcel a los personajes más
crueles, sanguinarios, de toda una época, entre ellos il
capo di tutti i capi,
Salvatore Totò Riina. Contada así la historia, que es como lo
cuenta el cine, que es como la cuentan los periódicos y las teles,
que es como la opinión pública se lo cuenta a los ciudadanos el
mundo, se desvanece para brillar con la cálida luz del plató del
sábado por la noche. Tommaso Buscetta, il
traditore,
habló largo y tendido ante el juez Giovanni Falcone. ¿Fue realmente
un traidor o un uomo
d’onore,
como él se proclamaba, se ofrece a colaborar porque la Cosa
Nostra
se ha traicionado a sí misma, actúa por venganza por las muchas
muertes que padeció su familia, hijos incluidos, en la despiadada
lucha por el poder, en los ochenta, desatada en Palermo, se quebró
ante la fortaleza del Estado, tortura incluida, se vendió porque
el
Estado le
ofreció protección y recursos a él y a su familia?
Hay
una historia dentro de la historia en esta película. Buscetta quiere
convencer al juez Falcone de la sinceridad de sus sentimientos,
justificar su colaboración. Le cuenta que a poco de entrar en la
Cosa Nostra recibió la orden de matar a un hombre. Cuando se
presentó la ocasión, el hombre vio en la presencia cercana de Buscetta el
augurio de su muerte, cogió en brazos al bebé que estaban
bautizando y lo abrazó contra su pecho, se parapetó tras él. La
mafia, entonces, no atentaba contra los inocentes, ni contra las
mujeres. Pasaron muchos años, y el hombre siempre se acompañaba de
su hijo como escudo protector. De ese modo justificaba Buscetta, en contraste con la inmoral
brutalidad de la nueva mafia de Totò Riina, su lealtad a las viejas
reglas. Era
la mafia la que se había traicionado a sí misma.
Así
transcurre la película con la vida de Buscetta refugiado en Río de
Janeiro, acompañado de su bella mujer brasileña, de sus hijos, con
contraplanos de los asesinatos en Italia, hasta que la policía
brasileña lo detiene, lo tortura y lo extradita. Un héroe. ¿Un
héroe? En las dos últimas secuencias Marco Bellocchio completa al
personaje. Primero en el juicio contra Andreotti: su testimonio no
sirve para condenar al 'gran vecchio' pero sí para desmoronar la
reputación de Buscetta. Y por fin, se desvela el desenlace de
aquella historia de juventud, la
del hombre parapetado tras su hijo.
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