Cuando
observamos con atención un hormiguero vemos el ir y venir caótico
de las hormigas, unas vienen otras van, unas parecen desviarse o
perderse con
movimientos aparentemente contradictorios, pero el conjunto no se
deshilacha, permanece. Lo mismo sucede si miramos un avispero o
una
colmena
y lo mismo si nos metemos dentro de una manifestación humana, no las
cabeceras tan ordenadas sino detrás o en los márgenes, individuos
que parecen abandonar y otros que llegan y otros que parecen
perdidos. Lo que importa es el conjunto no lo que sienta o piense o
cómo se comporte el individuo, lo que lo mueve. Porque
lo
que lo mueve no son ideas definidas, un programa plasmado en cinco
puntos, sino
segregados químicos,
emociones.
Habrá quien lo haga, quien diga el
pueblo
se mueve por esto, esto es lo que queremos. Y quizá a ese se le
escuche con
una mezcla de credulidad y reverencia,
esperando
que quizá tenga algún tipo de riendas que puedan refrenar.
Pero el
enjambre no
tiene que moverse
por lo que ese hombre o grupo
diga. Lo que sucede en Barcelona en algún momento se detendrá, pero
qué es lo que lo ha puesto en marcha.
Creyeron
ingenuos que rebajando el delito de rebelión a secesión
permanecerían
las aguas tranquilas. Pero todo estaba preparado, no con acciones
concretas, ni con un Estado General al mando,
aunque algunas sí, aunque haya quien diga que lo dirige, lo que
había era un ambiente, una atmósfera, algo iba a suceder, un estado
de ánimo en acción. Hubiera ocurrido fuese cual fuese el veredicto,
como ya ocurrió de otro modo tras la sentencia del Estatut. Toda esa
gente en la calle son hijos de una atmósfera, de un conjunto de
ideas, de comportamientos, de emociones suscitadas, que provienen de
muchas fuentes: nacionalismo, movimiento
okupa,
comunes, sistema mediático, el Barça y la conversación de
café o de claustro o de sala de conferencias,
un batiburrillo con muchas madres, no hay un único sistema
ideológico dominante. Y muchos años de construir ese edificio de
nube y polvo donde se asientan ideas movedizas de colores cambiantes
que señalan al enemigo y acotan
lo
nuestro, casi
todo
con contornos imprecisos, salvo algunos enemigos,
siempre
ahí:
Aznar y
Rajoy, el PP y
el
Rey y
ahora
puede que Rivera y Cs, España y
Madrid, pero no necesariamente, cada individuo opera de un modo
errático y su comportamiento no siempre es predecible, aunque sí el
conjunto. Podemos saber cómo se va a comportar el enjambre,
pero no cada uno de sus componentes. El edificio es vaporoso pero
estable, parece que se vaya a difuminar pero la falta de límites, de
frontera, la falta de concreción es lo que le hace fuerte, duradero,
lo que le hace perdurar.
Por
eso es indiferente que haya un Pujol, aunque
fue él quien trazó los contornos morales: "En
adelante de ética y moral hablaremos nosotros. No ellos",
también vale un
Mas o un Puigdemont o un Torra al frente. Igual valdría un
Junqueras, una Ada Colau o hasta un Iceta si fuese remodelando,
ajustando su discurso, que
ya lo hace.
Lo importante es que no pare el hámster en su ruedecilla, el
movimiento lo es todo, necesita ser alimentado, con radicalismos
verbales, tipo Torra o
Guardiola,
o con discursos melifluos, tipo Buenafuente (“No
se supo encauzar el sentimiento de cientos de miles de catalanes que
en 2012 pedían un referéndum”),
o con señalamientos y dudas, tipo Jordi Évole, o
trazando contornos de bondad y maldad como Julia en la Onda
o
con
falseamientos
y mentiras
como el
agitprop
mediático
de
Jaume Roures en
Público
o
La Sexta, no hablo de los medios del procés, donde
quede claro contra quien hay que arremeter y qué hay que
salvaguardar. En
ninguno de ellos hay la menor consideración para el español de
Cataluña, para “el sentimiento de cientos de miles de españoles
de Cataluña”. Al
ser la masa flotante y la adhesión gaseosa se necesitan muchos
discursos diferentes para mantener el
enjambre
unido.
Se
necesita todo un complejo sistema para articular y pegar el conjunto,
para avivar
la atmósfera que mantiene el estado de ánimo, hombres rudos que
dicen las verdades claras, humoristas que deshumanicen al enemigo, filósofos, poetas, hombres tibios en
los márgenes que enganchen a la gente que se mantiene con dudas,
intelectuales que elaboren razones, argumentos para cada ocasión, y
que saboteen a quienes se opongan, y todo un sistema de intimidación
para que no abandonen los no del todo convencidos, para atemorizar a
los adversarios, para destruir a los enemigos.
Visto
en perspectiva y con distancia, el hecho clave es la intimidación.
Desde el comienzo lo fue, desde que Pujol tomó las riendas, el
desprecio por la inmigración andaluza, seres inferiores, el odio a
la España mesetaria y atrasada. La zanahoria era la integración, És
català qui viu i treballa a Catalunya,
a cambio de aceptar una ciudadanía de segunda, sometida. Si antes se
guardaban las formas, más o menos, ahora los cordones se han roto:
se ve cómo se encaran con los pocos que en las calles se les oponen,
cómo les golpean, les escupen, les desprecian (“Habla
catalán y te dejamos pasar”)
y cómo algunos
de los
periódicos, no los independentistas, los del sistema español,
acaban de hacer la labor de demolición, por
sus propios intereses partidistas,
de dominio.
Sólo hay una forma de tratar con el independentismo, la marca el
PSC, quien se oponga será destruido. Aquí se ve, como el
periodista carga contra la discrepante, no oye cómo
le gritan: "fascista",
"argentina" y "perra". La
intimidación que es el arma principal del nacionalismo es ahora, en
campaña electoral, la estrategia principal para destruir al enemigo.
1 comentario:
Brillante y sencillo. Todo está sinrazón no son sino estados de ánimo, emociones, dirigidas por la disgregación del diferente. La perspectiva es negativa. No existe Estado en Cataluña salvo por la fuerza. Cambiar emociones es labor de tiempo, y en este juego del gato y el ratón de la política, ya no nos queda
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