La
última vez que visité París recorrí las calles conocidas, los
bulevares con brasseries atestados de flores, las plazas con
iglesias llenas de mensajes crípticos, los rincones con librerías
famosas, las explanadas frente al mercado o al museo contemporáneo
con jóvenes tendidos en el suelo tomando el sol, los quaies,
los puentes, los cuadros ya vistos tantas veces, lo hice sin emoción,
con tedio, la ciudad ya no tenía nada que ofrecerme. No he vuelto
más, tampoco a Londres, ni a Florencia, ni a Roma. Hace bastante que
no vuelvo por Madrid. De algún modo es como cuando sin desearlo
recordamos o encontramos por casualidad a una mujer de la que
estuvimos enamorados o a un viejo amigo con el que reñimos. Una frialdad que me entumece, de la que debería
avergonzarme, aunque no lo hago. Ni siquiera soy capaz de agitar una
sonrisa en mi cara, rehuyo sus ojos. Cualquier estampa de París es
una foto ajada en una caja del desván que ha perdido hasta el valor
histórico.
Saltar
en el asiento trasero del Hyundai Travel a cada bote cuando cae una y
otra vez en un bache levantando una nube de polvo me produce una
exaltación sin pasión, chispazos de interés que se van renovando a
cada instante. No me puedo enamorar de este paisaje, no viviré el
enigma del duelo cuando lo abandone, pero me hace vivir el instante,
me hace sentir vivo sin tener conciencia de ello. Al otro lado está
Afganistán. Durante muchos kms no hay nada, la pura roca montañosa,
a veces cruda, seca, casi vertical. Más adelante un sendero, un
camino se adivina entre el río y la falda de la montaña, un pequeño
ensanchamiento, el polvo, la arena, los detritus que se han ido
acumulando, que se ha remansado, una vegetación que ha arraigado.
Entonces aparecen algunas viviendas, barro, adobe, hierba en el
tejado, ni siquiera madera, no hay árboles a la vista, algunas
abandonadas, destechadas, otras no se sabe. Sigo con la vista
incansable el camino que ha aparecido. Tardaré en ver vida, ha de
ensancharse el río, descender en altura, aparecer algún tipo de
arbusto, un poco más de verde en las faldas. Tardaré en ver una
brecha en el macizo, una hendidura por la que fluya o haya fluido el
agua, el rastro de una cascada. Es septiembre todavía, no llueve, no
nieva, no hace frío, tampoco ventea. Entonces, aislada aparece una
motocicleta, un raro camión desvencijado, animales en busca de un
pasto inverosímil, una persona solitaria caminando. La caravana de
burros cargados con bultos de formas irregulares que de pronto
aparece es una puerta que se abre hacia el pasado mítico que hemos
coloreado como si aquí hubiera habido en otro tiempo una edad de
oro.
Mientras,
en este lado del río las cosas son diferentes, adelantamos rebaños
que bajan de la alta meseta. Vigilan pastores a pie, un adulto,
algunos niños. Intriga saber qué comen durante tantos kms sin una
mata, en esta carretera sin asfalto, tan estrecha que no hay sitio
para que se aparten, entre el talud de roca y la caída vertical al
río, cuando han de dejar paso a un vehículo a motor. Pero ya
aparecen los primeros asentamientos, pequeñas zonas de cultivo,
viviendas. Mucho más abajo, cuando la montaña se aparta y se
desmorona sobre el cauce ensanchado y aparece tierra firme y verde y
casas agrupadas, es época de cosecha, pequeños campos recién
segados, gavillas amontonadas y grupos de gente trabajando, trillando
con un raro artefacto en una pequeña era, un muchacho da peso a unos
troncos mal ensamblados que arrastra un mulo sobre la mies, alguna
máquina aventando, otros ensacando. El mismo aire festivo que
recuerdo de mi infancia, el polvo de la mies al viento, el ruido
monótono de una aventadora, toda la familia sumida en las labores
del campo. El lugar es lo suficientemente grande como para que la
civilización antigua haya dejado su traza. Aquí hubo una comunidad
budista importante. Hay un templo piramidal en un cerro, una stupa,
celdas excavadas en la roca en otro, un cementerio en otro, y al otro
lado del río, entonces no había fronteras políticas, edificios
administrativos de aquella civilización olvidada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario