Los
días de pompa que se señalan a sí mismos como históricos,
revestidos de luces y guirnaldas, nada tienen que ver con el día de
la tragedia personal. Una madre percibe el abandono definitivo de sus
hijos. La esposa descubre la infidelidad del hombre que le juró el
paraíso. El hombre que todo lo fue se ve en un momento de lucidez
viejo junto a otros viejos en una sala de cochambre. Uno muere solo
en el salón mientras la pantalla encendida vomita los resultados del
día señalado. Brueghel lo vio en Ícaro ahogándose en el rincón
de su cuadro mientras el labrador ara su cuadrado de tierra, el
pastor rumia un pensamiento o el pescador otea su pesca, indiferentes
a su tragedia. A un hombre, un hombre cualquiera, no
le valen las palabras de adorno, las envasadas y envueltas en el
brillante papel de las grandes ocasiones. Su día histórico no es el
día de los demás, la negrura le llega cuando todos se calientan al
sol. El suyo no es un día grandioso o sublime.
"Musée
des Beuax Arts", W. H. Auden (1939),
(en
traducción de José Emilio Pacheco)
Acerca
del dolor jamás se equivocaron
Los
Antiguos Maestros. Y qué bien entendieron
Su
función en el mundo. Cómo llega
Mientras
alguno cena o abre la ventana
O
nada más camina sin objeto.
Cómo,
mientras los viejos aguardan reverentes
El
milagroso Nacimiento, habrá siempre
Niños
sin mayor interés en lo que ocurre,
Patinando
En
el estanque helado a la orilla del bosque.
No
olvidaron jamás
Que
el eterno martirio ha de seguir su curso,
Irremediablemente,
en sórdidos rincones,
Donde
viven los perros su perra vida
Y
la yegua del verdugo se rasca
Las
inocentes grupas contra un árbol.
Por
ejemplo, en el Icaro de Brueghel:
Con
qué serenidad
Todo
parece lejos del desastre.
El
labrador oyó seguramente
El
rumor de las aguas y el grito inconsolable.
Pero
el fracaso no lo conmovió:
Brillaba
el sol como brilló en el cuerpo blanco
Al
hundirse en las aguas verdes.
Y
la elegante y delicada nave
Debió
haber visto lo inaudito:
La
caída de un niño que volaba.
Pero
el barco tenía un destino
Y
siguió navegando en calma.
PAISAJE
CON LA CAÍDA DE ÍCARO de
William Carlos Williams (1950)
Según
Brueghel
cuando
Ícaro cayó
era
primavera
un
granjero araba
su
tierra
y
toda la pompa
del
año
se
despertaba
cosquilleando
cerca
de
la orilla del mar
ocupada
en
sí misma
sudando
bajo el sol
que
derretía
la
cera de sus alas
insignificante
más
allá de la costa
hubo
un
chapoteo casi imperceptible
eso
era
Ícaro,
que se ahogaba.
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